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PRIMER DIA!
 
Quería sentirme sucia, quería sentirme guarra. Estar allí, en el burdel, sentada en la cama, esperando a mi primer cliente, ejerciendo por primera vez, no fue una decisión, fue el acto natural, tan natural como despertarse o respirar, tras leer aquel articulo sobre las estudiantes que ejercen la prostitución para costear sus estudios. Nunca reconocerán que son putas ni a sí mismas, aunque lo sean. Yo lo busco, quiero sentirme puta, no por el cuerpo. Si un hombre me mete el dedo en la boca no pasa nada, si introduce el pene ya me transforma en puta ¡Qué estupidez!
La puerta de mi estancia se abrió con tanta brusquedad, y con tanta falta de delicadeza, como yo quería que abriera las puertas donde él había venido a buscar placer. Me deslicé al borde de la cama, como me habían indicado, y abrí las piernas para incitarlo, para atraerlo, para nada, porque ya no levantó la vista de mi rajita hasta que me penetró, y empezó un jadeo rápido y sin fuerza. Cerré los ojos, dejé caer la cabeza hacia atrás y me abandoné, esperando lo que había venido a buscar: suciedad en mi intimidad, y sólo encontré la rabia de que se deshiciera en mi vientre tras unos vaivenes.
A su salida me senté enfrente del espejo. Las puertas de Venus se habían redondeado. Miraba sin pensar, deleitándome en el color sonrosado de la piel, cuando el esperma empezó a asomar. Descolgué el espejo y me senté encima de él. Nunca lo había hecho, nunca había visto mi vulva con tanto detalle ni tan cerca: ¡Qué placer se dan los hombres! La crema goteaba como si fuera miel, aunque no tan viscosa. La primera gota cayó sobre el cristal. Pasé un dedo sobre ella y noté su textura al juntar los dedos. Me acerqué el dedo a la boca, no por el sabor, ya lo conocía, sino por la suciedad. Relamí el dedo, y se fueron contrayendo los labios, la boca, los hombros, todo el cuerpo hasta las piernas. Un espasmo de la vagina, más intenso que un orgasmo, expulsó mucha más crema. Su visión me resultó más bonita que mi vulva. Puse la mano extendida sobre ella, la removí sobre el espejo, abrí la bata y esparcí la crema sobre mis pechos. Qué sensación tan intensa sobre mis pechos, la vagina se me contrae de puro placer.
Estaba preparada para obtener de mi segundo proveedor lo que quería. Me senté en el borde de la cama, con las piernas sobre el suelo para que no pudiera ver mi rajita. Cuando entró le miré a la cara. Según se acercaba yo llevaba mis manos desde el borde de la cama hasta mis pechos. Cuando estuvo suficientemente cerca abrí la bata de golpe y él se lanzó a magrearme los pechos. Sus pulgares recorrieron los senos para estrujarme los pezones. Le gustaba apretar y a mí me gustaba ver que él no tenía ningún control.
Deseaba que mordiera mi pecho, que lo lamiese, un deseo intenso que nada tenía que ver con mi cuerpo.
−¡Cómeme las tetas! fue una expresión de deseo y necesidad, nacida al tiempo que empujaba mi teta contra su boca.
No sé si lo que hacía era comer un helado o mamar, porque tan pronto chupaba el pezón con el ansia de un bebe hambriento como lamía mi teta como si fuera un cucurucho.
−¡No dejes a mi otra teta huérfana! Fueron las palabras que acompañaron mi giro para ofrecerle mi otro pecho.

Otro biberón para el niño, otro helado, ambos preparados con la crema que había esparcido sobre mis pechos.
Lo empujé hacia atrás.
−¡¿Eso es todo lo que sabes hacer? ¿A eso has venido?!
−¡Yo te voy a enseñar a qué he venido! ¡Puta!
Desde que me penetró sus movimientos fueron rápidos, violentos, desde la puerta de Venus hasta la más recóndita de sus habitaciones. Su lenguaje soez: ¡puta! ¡puta! ¡toma puta! ¡puta!
¡puta! Casi era como un disco rayado, pero era la canción más bonita que hubiera escuchado nunca. Contraje mis muslos, mi vientre, y puse mi vagina tan dura como pude: quería sentir su verga recorrer toda mi intimidad. Desde que su punta abría mis labios, y corría por todo el corredor, hasta que dejaba avalanchas de nieve al final de la pista de esquí. Y la canción sonando: ¡puta! ¡puta! ¡puta! No me importó que se deshiciera, su verga seguía dura y con ella las carreras por mi corredor y su monótona canción. Por fin sentia la suciedad en lo más íntimo de mi intimidad; me sentia una inmensa puta, me sentia guarra, sentia satisfacción, sentia placer; pero no el placer del sexo, sino el placer que se siente cuanto se daña al objeto odiado. No estoy diciendo que odie a mi vagina, eso sería como odiar a un dedo, sólo quiero que sepas como me sentia porque era un placer inmenso, pero no era felicidad.
No iba a desperdiciar nada de aquella crema. A su marcha, me senté sobre el espejo y coloqué la tacita donde había saboreado mi primer café de puta. Igual que las máquinas expreso de los cafés, así era yo, y mi vulva sirviendo crema a borbotones en la tacita. Puff, puff, resuena en mi cabeza y dos borbotones de crema en la tacita, puff, puff y otro borbotón : una tacita con dos tipos de crema, como mi vientre.
Ya casi no cae. Deslizo mis dedos entreabiertos sobre mi vulva, repito muy suavemente, rozando mi ingle, una vez más aún más suave, casi me hago cosquillas, la cabeza se me va para atrás y los dedos juegan con mis labios. Están empapados de crema. Mi dedo corazón hace un círculo muy grande, de arriba abajo, de abajo a arriba, cada vez con más fuerza, al subir rozo mi clítoris, se me contrae la vagina…
Dicen que todo es una creación de la mente. En vez de mi vida esto podría ser un relato. En ese caso ¿Qué mente sería la más sucia? ¿La de la autora o la del lector? ¿Qué sentiste cuando leíste “Quiero sentirme sucia” “Quiero sentirme guarra”? ¿Qué buscabas encontrar tras esas frases? Si cierras el libro, entonces cierro mi coño.
¿Qué dices?
−¡Qué me comas el chocho!
Mi tercer cliente en la habitación y yo murmurando pensamientos impenetrables. Me gusta el lenguaje soez en mis oídos, pero odio que salga de mi boca, es como perder la suciedad que ha entrado por mis oídos.
−¿Sabes hacerlo? ¡Vamos!
Me sitúo en el borde de la cama y él se arrodilla a mis pies. Le echo las piernas tras su cabeza, afianza sus manos sobre mis muslos a la altura de la ingle y pega un chupetazo de abajo a arriba: chupetea las dos cremas. Sí, sí sabe comerlo. Tras llegar arriba, titila muy rápidamente la punta de su lengua sobre mi clítoris; nota que me estoy subiendo y me deja con la ganas, se

va a recorrer los labios. Se parece a los juegos que acabo de hacer con mis dedos, pero su lengua es más húmeda y su presión mucho más agradable.
−¡No te olvides del agujerito!
Vaya lengua, debe poderse tocar la punta de la nariz con ella. Parece que le pago yo en vez de lo contrario. Mete la lengua, la deja metida, presiona, la saca y la mete rápidamente como una verga pequeña, dulce y juguetona.
Un espasmo vaginal. Dos. Ya es temblor en la tripa. Ya me había dejado a punto de caramelo cuando se pasó a mis labios. ¡Dios, qué espasmos! Y el placer sexual no iguala la satisfacción de lo que siento ahora. Hay algo mucho mejor que sentirme sucia: que yo y todo el mundo sea sucio. Con cada espasmo, con cada contracción, se está comiendo toda la nata que había en mi vagina, y además lo hace con su lengua metida en ella. A veces he soñado que una manera de sentirme sucia sería sentar mi vulva sobre la cara de un hombre y que metiera su lengua todo el día en mi vagina, o mejor aún, una fila de hombres y pasar de uno a otro cada media hora, un día entero ¿Se podrá hacer aquí en el burdel?
−¡Siiiií, sí lo sabes hacer! Nadie me había arrancado tanto placer, y sobre todo tanto flujo, eres realmente bueno. Si el saber dar placer se mide con el chorro que me has sacado entonces eres el mejor del mundo.
−¡Sí! ¡he notado que te hecho correrte de lo lindo! ¡Tu chocho rebosaba de jugo!
Estoy arriba. Muy arriba. Basta que me rocen con las uñas o me mordisqueen los pezones para volverme una salvaje perra en celo. Este es el tercero y mi meta de suciedad el primer día es recibir a ocho. Este todavía no me ha penetrado, pero como me hinque su verga me voy a derramar en un espasmo tras otro.
−¡Ven, que te voy a demostrar que yo también lo sé hacer!
Me tumbo bocabajo en la cama, los codos apoyados en el borde. Cuando acerca su falo a mi cara, el capullo lo tiene descubierto por la erección. Coloco el índice y el pulgar sobre su capullo y lo acaricio suavemente, descubriéndolo y tapándolo. Tras unos movimientos lo presiono suavemente, desplazando ligeramente los dedos de lado a lado; le miro a los ojos e introduzco su falo en mi boca. Sólo quiero que se descreme en mi boca, pero quiero mucha, mucha crema, y me la va a dar.
No me han dicho que mire a los ojos, pero yo quiero hacerlo. En realidad no le miro a los ojos, le miro a las pupilas, quiero ver a través de él, quiero ver su ser. ¿Por qué me ha dado placer?
¿Quiere sentir la misma suciedad que yo?
Con mi lengua, presiono su capullo contra el paladar, como sorbiéndolo, haciendo cada vez más presión, y súbitamente lo pulo con movimientos circulares. Lo saco. De nuevo atrapo el capullo con mis dos dedos, lo acaricio muy rápidamente sin apartarme de él y aumentando la presión poco a poco. La punta se le pone lechosa. Está contrayendo su tripa, no quiere irse, pero ya no tiene marcha atrás. Lo meto en la boca y realmente lo mamo. No tarda en llegar la leche. Es muy fácil notar la llegada del lechero porque llama contrayendo la verga. Yo estoy atenta a su llegada, cada vez que lo hace lo acompaño con un intenso sorbo. Este lechero parece haber traído a la vaca, da muchísima leche. Y yo trago y trago, es casi como la satisfacción de sentir la suciedad en lo más íntimo de mi intimidad.

Uno, dos, tres, cuatro. El lechero ya no llama como la primera vez. Hago que mi lengua juegue con el lechero cada vez que viene, pero ya no me trago la leche, la reservo. El lechero ha dejado de venir aunque se mantiene en pie. No lo dejo salir. Sigo mirándole a los ojos mientras mi lengua acaricia muy suavemente su capullo, tan suave como la lengua sobre la piel de la persona amada, como los labios que se besan por primera vez y te hacen conocer el cielo. Pasan los minutos y el lechero ha pasado de ser un atleta a un cincuentón gordo y fofo. Lo agarro por la base y aparto mi boca muy lentamente, sin dejar de mirarle a los ojos, con un besito de despedida en la puntita. Sonrío y se va.
La primera vez que recibí en la boca salí corriendo a la taza del wáter para escupirla con asco, ahora me quedo quieta para depositarla con satisfacción en la tacita. La primera vez me senti sucia y me lavé la boca con dentifrico y luego me aclaré la boca con enjuague bucal, sentia que todo el mundo podía oler mi boca; ahora no me siento lo suficientemente sucia y no quiero que mi lengua deje de recorrer mi boca, saldría a la cola del cine a echar mi aliento a todo el mundo.
Del color que hoy no me gusta mañana pintaré mi casa. Y tú ¿de qué color pintarás?
¿Qué pintura usarás? ¿Pintarás tus pechos con el esperma de tu amante para que se lo coma tu marido? ¿No mete su verga en la suciedad de cualquier puta y luego deposita esa suciedad en lo más íntimo de ti? Te pareció sucio cuando lo hice, pero ahora lo ves normal: del color que hoy no me gusta mañana pintaré mi casa. El primer beso te llevó al cielo ¿por qué te fuiste de él?
Sigo muy excitada, no pensé que me fueran a encender, ni que la excitación mental me generaría tanta libido. En este estado no puedo permitir que me penetren o me desharé en un orgasmo tras otro. Quería que mi vagina recibiese ocho vergas mi primer día y tengo que rechazar a la próxima.
A mi cuarto proveedor lo espero de pie y cuando entra le sonrío. Le paso las manos por el cuello, y le susurro que “follarse una puta es muy frío”. Siento que estoy perdiendo mi tesoro con mi lenguaje soez. “Es mejor que sea tu amante”, continuo. Beso sus labios suavemente, lo repito, luego recorro sus labios con la puntita de mi lengua, entonces él me abraza con fuerzas y mete su lengua en mi boca. Me estremezco de placer. Él debe pensar que me gusta, yo sé que está saboreando la crema del último lechero, es el placer de saber el mundo sucio. Recorro mi boca con mi lengua, buscando toda la leche posible y después la meto en su boca. Las lenguas juegan, una vez en esta cueva luego en la otra, llevando los cántaros de leche de una a otra. Realmente los cuerpos se entrelazan con pasión, pero las pasiones son distintas, la suya desaparecerá dentro de un rato, la mía es como cabalgar en el viento, como cabalgar a lomos de un dragón.
Retiro la cara y le bajo la mano hasta mi vulva. Cojo su dedo corazón y le hago sentir la humedad de mi vulva. Presiono una y otra vez mi mano para que su dedo se empape, para que se engaste en el aro de Venus. ¡Besas muy bien los labios! ¡seguro que también sabes besar estos! le digo, al tiempo que presiono su mano contra mi vulva. Lo desplazo hasta la cama y lo dejo caer. Lentamente separo una entrepierna de la bata y luego la otra. Mantengo las piernas juntas, para que imagine lo que esconden y el placer que le espera. La imaginación es más potente que la realidad. Su ensueño es mucho más poderoso que mi vulva. Está hipnotizado, está bailando con sus propios pensamientos, como todo el mundo. Agarro los bordes de la bata, la arremango por encima de mis caderas, me doy media vuelta, me pongo a cuatro patas y entreabro las piernas. Su sueño hecho realidad. Venus en todo su esplendor: húmeda, cálida,

excitada, y con unos sugerentes labios entreabiertos. Se quiere incorporar, pero antes de que lo haga lo empujo, me encaramo sobre él, le miro, me levanto a horcajadas sobre él, me subo la bata y me arrodillo colocando mi vulva sobre su boca. Dobla el cuello para chupar con ganas. Entrelazo mis manos debajo de su cuello para acercarlo a mi vulva. ¡Más! ¡Más!, grito, ¡más, más, más! Me abandono como hace un rato con la cabeza hacia atrás. Es un placer inmenso, está relamiendo el otro par de cremas que brotan de mi vientre. Ha saboreado mi trío de cremas.
Suelto su cuello.
−¡Ahora voy a hacer que te corras disfrutando de mi chocho de puta! Le grito. Casi que me gusta decirlo. Suelto sus pantalones y los deslizo.
−¡Como tú te has desnudado un poquito yo tengo que hacerlo otro poquito!
Saco mi pecho derecho y se lo acerco a la boca. Cuando lo va a morder me aparto. Le echo mano a los calzoncillos. Está a reventar. Engancho un dedo en cada lado de los calzoncillos y los deslizo un poco. Lamo la cabecita que asoma. Deslizo otro poco y otro lamido, otro poco y otro lamido, otro poco y otro lamido hasta que la verga queda al descubierto. La recorro con mi lengua desde la base hasta la punta y luego le arrebato los calzoncillos. ¡Tú ya estás desnudo, ahora me toca a mí! Le digo. Saco mi otro pecho de la bata para que lo vea, sólo para que lo vea, para que se emborrache aún más de deseo. Recojo mi bata para que mi culo quede totalmente al aire y mi intimidad se refleje en el espejo donde él pueda verla.
−¡Te he dicho que ibas a disfrutar de mi chocho de puta!
Creo que eso si puedo decirlo, si soy puta tengo chocho de puta, decirlo, pero no pensarlo. Yo soy puta pero mi vulva es íntima, no es chocho, es mi intimidad, es sólo un juego. Aprisiono y presiono su capullo. Está húmedo, muy húmedo.
− ¡¿Sabes?! ¡Me gusta ver como os corréis los hombres! ¡Es muy erótico! ¡Pero lo que realmente es erótico es recogerlo en una copa y beberlo!
Se está deshaciendo en su propia fantasía. Balanceo el culo y le hago una seña para que vea mi vulva bailando en el espejo. Alargo la mano para coger una copa de champán. No hace falta acariciarlo mucho, se deshace rápidamente, está deseando ver como bebo su crema. Recojo la crema que sale según lo acaricio. Me gustaría estar en el centro de la plaza, donde todo el mundo pudiera verme, pudiera ver mi chocho de puta al aire, pudiera ver mis tetas, pudiera ver mi cara de satisfacción mientras mantengo una verga que estoy haciendo correrse, y sobre todo pudiera ver como acerco esa copa a la boca y me la bebo mientras les miro a los ojos.
Le miro a los ojos mientras bebo. Se está relamiendo. Aparto la copa. Me siento en la cama con las piernas abiertas frente a él, muy abiertas, meto mi dedo corazón muy hondo en mi vagina y le doy vueltas. Lo saco, y lo meto en la copa mientras doy vueltas.
−¡Es el azúcar! ¡Te encantará lo dulce que está! Acerco la copa a sus labios y la bebe.
−¡Hasta la última gotita o mama te pegará!
− ¡Sí, mama! Dice.

Lo miro henchida de satisfacción. Es como si en la plaza todos hubieran bebido las cremas descargadas en mi vagina. Me siento la puta del pueblo, la puta en cuyo chocho todos los hombres del pueblo descargan. Mi vagina es la reina y todos los falos le rinden pleitesía.
Vierto la crema de la tacita en la copa y añado café. ¡Café con crema! ¿Has bebido café con crema en casa de los amigos? El hermano de un amigo ponía comida de gatos como aperitivo a sus amigos. Los hombres no saben ser sutiles como las mujeres. Una vez, en un piso compartido, puse una pizquita de harina en mi leche cuando sospeché que mi compañera de piso, celiaca, se la bebía. De qué sirve que coman comida de gatos si no se enteran. Es como si te meten un pene en la boca mientras estás dormido. Si estás dormido no pasa nada, si estás despierto te están violando (he dicho dormido, no dormida) o si estás dormido y te graban, cuando lo veas sufrirás un trauma. ¿Ha cambiado el hecho o sólo la percepción del hecho?
¿Por qué se agita tu mente? Si las mujeres podemos tener penes en la boca, los hombres también. Si yo puedo ser puta, tú maricón. No me has respondido. ¿Qué sentiste cuando leíste “Quiero sentirme sucia” “Quiero sentirme guarra”? ¿Qué buscabas encontrar tras esas frases?
¿Pintas la casa con colores que no quieres que conozcan los demás?
¿Por qué la mente se mete en estos diálogos? Yo sólo quiero sentirme sucia, inmensamente sucia. Más vale que tome una ducha fría o alcanzaré la claridad antes que la suciedad. No puedo dejar que me penetren con esta excitación.
Vaya, que inoportuno, el quinto mirándome justo cuando me siento para mear y todavía no he tomado la ducha. La ducha justo aquí, seguro que está fresca como aquella noche de luna llena en la playa. Mi primer baño desnuda. El agua me abrazaba. Acariciaba mi espalda, apretaba mis senos, y cuando abría las piernas besaba mi intimidad.
−¡No te muevas, corta el chorro, no sueltes ni una gota! Me ordena.
No empiezo a mear. Espero a ver qué pasa. No es este el tipo de suciedad que busco. Al fin y al cabo, mi vulva, como todas, se moja de orina al mear. O más escatológico, mis heces han estado en mi tripa un momento antes de expulsarlas.
Se está desnudando, por completo. Con el tipo que tiene más vale que vaya al gimnasio. Se acerca con la verga en la mano, masturbándose, se queda muy cerca de mí, para que lo vea. Me resulta curioso este exhibicionismo de los hombres. Les debe venir de bebes cuando agarran su pene y lo estiran.
−¡Abre la boca! Le obedezco. Me introduce la verga y empiezo a chupar.
−¡Ya puedes empezar a mear!
Me resulta dificil concentrarme en chupar y mear, pero salen las primeras gotas y después les sigue el chorro. El sonido de las primeras gotas golpeando el agua le han puesto la verga tiesa, y el sonido del chorro la ha puesto a reventar. Me gusta esta suciedad. Me viene otra vez la plaza. Me gustaría llegar allí con un vestido largo, levantar la falta hasta mi cintura y quitarme las bragas a la vista de todos. Ponerme en cuclillas, recoger mi vestido de forma que mis nalgas se vean completamente, abrir las piernas y mostrar mi vulva meando. Entonces los hombres, en fila, uno tras otro, meten su pene en mi boca, sin que yo pare de mear.
Con las últimas gotas saca la verga y me levanta. Me pone contra el espejo largo del baño.
Un momento, le digo. Tengo mucho calor. Voy a pedir unos hielos. La cubitera no tarda en llegar. Pongo unos cubitos en el café con cremas, doy un sorbo y se lo ofrezco. Se bebe media copa de golpe. Cojo un cubito de hielo y lo paso primero por un pezón y luego por el otro. Se ponen tersos, duros, de punta. Hago una espiral sobre mi pecho desde el pezón hasta la base, luego sobre el otro pecho y bajo poco a poco hasta las puertas de Venus. Le gusta, no deja de mirarme. Recorro varias veces mi rajita con el hielo. Se cierra como las flores con el rocío de la noche.
Estira las manos, le digo. Pongo un cubito en cada una. Cojo uno para mí y me voy al cuarto de baño. Me pongo frente al espejo, abro la bata por completo, levanto las manos y las apoyo al tiempo que abro las piernas.
−¡Vamos, méteme tu polla!
−¡¿Y qué hago con los cubitos?!
−¡Magrea mis tetas!
Tan pronto como me hinca la verga, aprisiona mis senos con el hielo en medio. Con su primer envite comienzo a frotar el cubito en la parte superior de mi rajita, donde no toque su pene. Es la noche de la luna noche en la playa: el hielo aprieta mis senos y besa mi intimidad.
Puedo ver mi cuerpo completo de puta reflejado en el espejo. Puedo mirarme a los ojos. No quiero que nadie lo vea. Es sólo para mi gozo.
Cada vez que me ensarta amasa mis senos. Me encanta que los sobe, me encanta sentirme deseada. Los hielos revolotean descontrolados. Me recuerda a comer brownie con helado de vainilla. Caliente y frío. Contraste de sabores, contraste de sensaciones. Fría mi rajita, caliente la crema que acaba de darme.
Me siento mientras se viste. Cierro las piernas y retraigo la vagina, como para contener la orina. No quiero perder ni una gota de crema, me ha dado muy poca, pero su pene ha ensuciado mi intimidad y eso es lo que importa. Tras salir me sitúo frente al espejo largo del cuarto de baño. Abro las piernas y coloco la copa en mi entrepierna. Miro al infinito, sin fijarme en nada, y así puedo verlo todo. Apenas caen dos gotitas de nada, pero la puta que veo y siento es inmensa. Ni siquiera la destrucción del objeto odiado genera una satisfacción tan grande.
Hay mucho jaleo es el salón−bar de espera. Me acerco a curiosear. Es un equipo de futbol que ha venido a desfogarse tras ganar la liga de su barrio. Me arrimo a ellos.
Os hago un trato, si entráis ocho, uno tras otro, a echarme un polvo y sólo eso, entonces el próximo servicio especial, sea cuál sea, os lo cobraré como servicio normal; pero con tres condiciones: será sin preservativo, entrareis vendados y con la polla ya preparada.
Me quito la bata y me pongo mi vestido de calle. No quiero estar atada al burdel, quiero que mi vida de puta sea mi vida normal. Llama el primero, lo cojo de la mano y lo meto. Froto su falo con ganas, quiero que entre en mí como un toro y no se pare. Me coloco en el borde de la cama, recostada sobre los codos y con las piernas en alto. Lo llamo. Cuando se acerca pongo mis piernas sobre sus hombros y dirijo su falo hasta mi vulva, entonces empujo y penetra hasta el fondo. Unos balanceos rítmicos cada vez más fuertes y largos, hasta que nota que está a punto de deshacerse, entonces se queda cerca del fondo y empieza a pegar con fuerza, tres, cuatro contracciones y se acabó. Quédate quieto, le digo. Meto mi dedo en la copa de las cremas, y luego en su boca. Un regalo, digo. Lo echo hacia atrás. Me incorporo, bajo mi vestido hasta las rodillas para cubrir mi vulva. Lo saco vendado. Allí están el resto de los amigos
esperando. El segundo ya está preparado. Esperad un momento, digo. Vuelvo a cerrar, levanto mi vestido y coloco la copa justo debajo de mi vulva para recoger crema. Tarda un poquito en salir, era joven y me ha dado una carga grande como deseaba.
Llamo al segundo y así hasta el séptimo. Todo igual, sólo que veo entrar un falo y otro distinto, una y otra vez. Desde luego que he sentido que tenía chocho de puta y que lo más íntimo de mi intimidad estaba sucio. El tercero me ha producido un orgasmo que ha continuado con los siguientes. ¿Sabes qué es que te penetren menos de un minuto después de que te hayan provocado un orgasmo? ¿Sabes lo qué es, cuando además ves que te lo produce una verga diferente cada vez? En mi postura no he podido ver como se precipitaban en Venus, sólo veía la parte alta de mi rajita totalmente abierta, a la que he echado mano con el cuarto para acariciar mi clítoris, pero no lo he encontrado. La sensación de ser puta ha sido inmensa. Me he sentido la reina de las putas, el centro del universo. Con cada verga he procurado recoger menos crema porque mi vagina parece la salsera de la mahonesa y habría llenado la copa. Mi vagina está tan colmada que la crema se desparrama sobre el suelo cuando me preparo en el borde de la cama para recibir. Mejor que hayan entrado vendados, quizá no habrían querido hincar su polla en mi chocho chorreante. Yo gozando de tener mi vagina colmada, saturada, y ellos despreciándola.
Todos los hombres tienen la fantasía de penetrar a muchas mujeres, pero basta que se corran en una para no poder seguir. Sólo las putas podemos colmar esta fantasía de recibir a cuantos queramos, sin peligro del orgasmo, porque cada penetración trae un orgasmo más fuerte.
El octavo introduce su falo hasta el fondo y lo deja allí, presionando el fondo de mi chocho.
−¡O me dejas que me quite la venda o sigo así!
−¡Estoy acostumbrada a tener un tampón durante días. Te vas a aburrir bastante antes! Contesto.
−¡Pero los tampones no saben hacer esto! me replica.
Y tensa repetidamente su verga en mi vagina, sin mover el cuerpo. Me salta un orgasmo en el acto. Se me contrae la vagina, se me contrae mi intimidad, me tiembla todo el cuerpo. Querría decirle que no se quite la venda para que repita. Querría que no se acabara, pero se quita la venda. Se retira y entra de golpe hasta las raíces, para seguir con tres golpes muy fuertes casi desde el fondo. No puedo aguantar, pienso que me voy a desmayar. Saca su falo casi fuera y entonces entra y sale muy rápidamente a las puertas de Venus, casi sin meterse; luego sigue un topetazo contra el fondo y no deja de golpearlo. Es fortisimo, me estoy desmayando. ¡Para, para! le grito, ya no sé si es placer o dolor, todo se mezcla; pero él también ha perdido, está eyaculando con fuerza en el fondo de mi vagina, una, dos, tres, cuatro, cinco contracciones, con cada contracción mi vagina responde con un espasmo. Por fin paran sus contracciones pero no las mías. Lo echo hacia atrás.
−¡Tienes los ojos más bonitos que he visto nunca, no podía hacerte el amor sin mirarlos! me dice
¡Toma, bebe, es café con crema. Es muy bueno para reponerse después del subidón! Bebe con ganas, pero no necesito decirle que no se lo tome todo.
−¡Ponte la venda y sal!
−¡¿Te volveré a ver, verdad?!

−¡Si pagas, como todos!
Soy yo quien mira a sus ojos. Mis ojos, mi intimidad, mi vagina, todos quieren lo mismo, todos quieren deshacerse en mis entrañas, amasar mis tetas. Todos querrían tener una puta como yo, sólo para ellos, pero entonces no sería puta. Ser sucia, ser puta, es muy íntimo.
Ensimismada, me he quedado sobre la cama; los espasmos, aunque pequeños, siguen y la crema se está desperdiciando.
Me incorporo, pongo una mano sobre la pared y con la otra coloco la copa. Lleno casi hasta la mitad sólo con la crema.
Me siento sobre el espejo. Las puertas de Venus están perfectamente redondas, totalmente abiertas. La crema brota. Busco el clítoris por curiosidad, que ha quedado oculto en los labios mofletudos de Venus. Cuando lo toco, un espasmo expulsa un chorro de crema, parece que eyaculo yo. Es precioso. Vuelvo a tocar mi clítoris, otro espasmo y otra eyaculación. Con la cuarta ya sólo escurre. Froto las dos manos contra el espejo, las empapo de crema y las restriego contra mis piernas. Me quito el vestido y lo hago sobre todo el cuerpo. Ningunas manos me habían acariciado tan dulcemente. Luego acerco mi cara al espejo y lo lamo.
Me tiendo sobre la cama, con la mente en blanco y me duermo. Me despierto dos horas más tarde. Venus sigue con sus puertas redondas y abiertas y yo con la sensación de ser la reina de las putas. Ha seguido brotando crema a tenor de la mancha en la cama y en la parte baja de mi rajita.
Más vale que tome una ducha fría. La crema se ha absorbido, así que poco quitará el agua. Me peino y me pongo mi vestido de calle. Siento flotar mi cuerpo y el universo gira a mi alrededor. Los orgasmos han sido tantos y tan fuertes que se me habían olvidado hasta mis ganas de sentirme sucia.
Pido un sándwich de pollo. ¿Te gusta el pollo? Una de mis amigas come pollo casi todos los días, pero algunos días come otra cosa para comprobar que le sigue gustando el pollo. Va con su marido a la discoteca, allí flirtea y se va con otro para ser su puta. Su marido está contento de tener una mujer que sigue gustando a los hombres y mi amiga comprueba que le sigue gustando el pollo de todos los días. ¿Cuántas veces has dejado de comer pollo? ¡Dilo!, ¡no te voy a oír! Sí, tú también eres como las estudiantes, como yo, aunque nunca te lo reconozcas a ti misma. No te enfades, lee más arriba, dejas de comer pollo “para ser su puta” ¿tu consciente no quería reconocer lo que está claramente escrito? ¿Cuántas vergas has conseguido en la misma noche? ¿A eso lo llamas fantasía? Mi amiga, la come−pollo, dice que los hombres no pueden imaginar lo que ella imagina que hace con ellos. Sabrá ella lo qué imaginamos las demás, ni lo qué hacemos.
Llamo a mi novio para cenar. Llega tarde, como casi siempre. Su trabajo es más importante que yo, pero mi intimidad, bueno, la de cualquier mujer, le vuelve loco, y hoy le va a volver loco de verdad. Espero a que pidamos y le digo que no llevo braguitas. Va a tener que esperar no sólo a que cenemos sino a que preparen la cena. Se pone derecho de golpe, parece un pavo como el primer día, y se muestra cariñoso. Ya casi había olvidado lo que era que se mostrara cariñoso conmigo. Tengo ganas de ser tuya, le digo, me encanta que te deshagas dentro de mí. Como a mis clientes, le permito que deje su suciedad en lo más íntimo de mi intimidad. ¿Qué imagina que va a hacer? Seguro que le encantaría fornicar con una puta como yo, pero claro, entonces no querría casarse conmigo, y sin embargo, dentro de un rato, va a estar fornicando con esa puta. Puede que me case con él o no, pero nunca voy a dejar de ser una puta, y él nunca va a gozar de las fantasías que doy a otros hombres; meterme su falo en la vagina, a veces el dedo y la lengua, que se la mame, y poco más.
Cuando nos sirven come a trompicones, tiene mucha prisa. Le cojo el dedo, lo acerco a mi boca y lo paso por mis labios. Le susurro: ¡acuérdate de lo que no llevo! Como especialmente despacio todos los platos. No he podido jugar con los clientes a que esperasen mi chocho de puta tanto como esta noche. Cuando vamos hacia el coche quiere meterme la mano bajo la falda, pero le doy un manotazo. Lo echo hacia atrás y levanto la falda para que vea mi vulva. En total ha recibido once vergas hoy y está realmente regordeta. Me empuja contra la pared, quiere penetrarme allí. ¡No seas burro!, le digo, ¡no soy, ni quiero comportarme como una puta! ¡Mejor que cojamos un taxi! Abro la puerta de mi apartamento y me voy directamente a la cama. Me tiendo en ella, me levanto el vestido y entreabro las piernas. No mucho, sino vería la luna llena en medio de Venus. ¡No des la luz, me gusta la intimidad contigo!
Con esa excitación va a eyacular antes de desnudarse. ¡Date prisa, te quiero dentro de mí, no puedo esperar! En cuanto me penetra cierro las piernas con fuerza y lo abrazo con fuerza por la cintura para que no pueda moverse.
−¡Suéltame!
−¡No!
−¡Déjame!
−¡Qué no!
Noto como empieza a correrse, un momento después empiezan las contracciones, pero no lo suelto. Ha descargado en mi intimidad sin que tuviera oportunidad de placer.
−¡¿Por qué no me has dejado moverme?!
−¡Te quiero!, le digo. ¡Me encanta sentir tu polla dentro de mí, quédate así!
¿Cuántas veces ha traído suciedad a mi intimidad? ¿Cuántas descargas traídas desde otras putas? Descargas sin que yo haya sentido la suciedad directamente y sin que yo haya experimentado mi intimidad. Es hora de que su pene se reboce en las once descargas que ha recibido mi chocho de puta.
La vagina puede recibir continuamente, sus penes se quedan flácidos, y ya no sirven. Le dejo que se retire.
Nosotras podemos recibir de frente, de espaldas, de lado, de rodillas, sentadas, con las pierna en alto,… las posturas del juego del amor son posturas para gozar de nuestra intimidad, de nuestra vagina. Ellos sólo pueden penetrar dando el frente.
−¡No he llegado, acaríciame dulcemente con tu lengua!
−¡Pero si acabo de correrme dentro de tu chochito. No me voy a comer eso!
−¡¿Por qué? ¿no me lo como yo cuando te corres en mi boca?!
−¡Pero es distinto!

−¡Ya claro, las mujeres tenemos que comernos lo que vosotros soltáis, como las putas. Sabes que me da mucho asco y además me hace sentir como una puta, me hace sentir muy mal!
−¡Espera, méteme un chupachups, como me dijiste que te gustaría hacerlo!
−¡Guao! ¡Me habías dicho que eso era de putas y que no querías hacerlo!
−¡He hablado con mis amigas y casi todas lo hacen, pero en grupo lo niegan, así que no es de putas, es normal!
¿Sabe la gente cuál es el origen de la palabra moral? La moral es costumbre. Hace medio siglo ni las guarras se bañaban mostrando los pechos. Como me habría gustado vivir en aquella época, donde el cuerpo desnudo era sucio. Como me habría gustado desnudarme con la persiana subida para que me viesen los hombres.
Pelo el chupachups, lo meto en mi boca y lo chupo con fuerza, luego lo introduzco en mi vagina. Arriba y abajo unas cuantas veces y lo vuelvo a chupar. Otra vez dentro de mi vagina, pero esta vez cojo su mano para que acompañe a la mía, lo saco y a mi boca, repito la operación pero esta vez entra en su boca. Le dejo el chupachups, no hace más que meterlo y chuparlo, meterlo y chuparlo. Total, doce descargas ¿Notará el sabor del caramelo?
¿Has jugado a ello con tu pareja? En mi última visita, el ginecólogo me comentó que habían extirpado la vagina de una chica, porque su novio jugaba a meterle chapas como si fuera una máquina tragaperras. Una chapa quedó y produjo una infección. Tardaron mucho en ir al médico, la intimidad perdida. Bueno, el chupachups no se va a quedar dentro.
−¡Estoy muy cansada! ¡Te veré mañana!
−¡Bueno!
Si no me abraza cuando mi intimidad le da placer, mucho menos hoy que no se la ha dado.
¡La chapa! ¡la chapa! Cojo la jeringa y me voy al plato de ducha. La jeringa es gorda, realmente gorda, tiene que llenar mi vagina. Coloco la boquilla contra la entrada de mi vagina y presiono el émbolo. No la retiro para que el líquido no salga y limpie. Repito la operación tres veces, hasta que el líquido sale limpio.
La suciedad no está en el dedo o en el pene. ¿Consideras sucio el líquido que lleva la vida? ¿El líquido que te dio la vida? Mi suciedad no está ahí, tu suciedad no está ahí. Si piensas así se rompe el tabú y con ello la fantasía. Una mente que se ve a sí misma no es atrapada por las ilusiones que genera.
Me pongo las braguitas y el camisón de niña buena. Me acurruco como cuando mi madre venía a darme el besito de buenas noches: soy una niña buena. No dejes que pájaros heridos vuelen en tus sueños.
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Por culpa de mi novio!!
Posted:Jul 30, 2019 9:59 pm
Last Updated:Apr 19, 2024 7:16 am
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Para ese día de visita a la casa de Álex, un viejo amigo de mi novio y mío, estabamos cumpliendo un año y medio de estar juntos. La relación se encontraba en lo mejor y podíamos estar seguros de amarnos locamente. Mi novio se llama Christian y yo Lorena, y…
Lo último que supimos de aquel amigo a quien ibamos a visitar fue de que estaba viviendo en un apartamento con un amigo suyo y su hermano, pero nunca me imagine que aquel amigo de Álex estuviera tan rico ni que mucho menos me fuera a encantar de tal forma, tanto… que me hiciera dudar del lindo sentimiento hacia mi novio; ya íbamos entrando en el apartamento, le vi… Y era un tipo de unos ojazos negros y cabello también negro oscurísimo, de una risa espectacular, alto, acuerpado y de una voz celestial, acompañada de un perfil muy masculino.
Lo primero que pense cuando lo vi fue: «qué bueno que estás papacito rico»-creo que hasta llegué a expresárselo con la mirada cuando se presento de mano conmigo, me dijo-«Julian Andres, mucho gusto»-me miró de arriba a abajo y repitió esa mirada de inversa, la verdad me desarmo, sentí que acababa de conocer a un hombresote que se habia caído de los cielos, o que de pronto salía de los mismos infiernos; que tentación mas grande, pero que sensacion tan rica sentia mi cuerpo nada mas con escucharlo, en toda la noche no hacia otra cosa mas que escuchar esa voz tan seductora y esa risa pícara que me hacían pensar en hacerle el amor algun dia…
Pero la noche nos avisaba a mi novio y a mi a que ya era hora de partir, nos despedimos de cada uno, pero a él lo mire y le dije-«adios»-guiñandole los ojos y mostrandole mi linda sonrisa, algo de lo que mi novio se percato.
Conforme pasaron los dias, solo me la pasaba pensando a Julian Andres y en las únicas palabras que compartimos… su nombre, cada vez que lo pensaba sentia como si el me dijera al oido su nombre, seria exquisito hacerle el amor, pero… habia un pero… mi novio, ese hombre que me cautivo despues de haberme cansado de tantas travesurillas y de tantas noches de rumba en las calles de New York y Miami, que hacia yo, la chica de miles de conquistas de un solo amor cuyo nombre era Christian, pensando y deseando de nuevo esos aires de libertad para acabar en una cama con un nuevo amigo de mi novio.
Si de verdad amaba a mi novio, que hacia desenado a otro en silencio? fue hay cuando me propuse no pensar mas en Julian, pero en ese mismo instante despues de mi resolucion cuando me dirigia a el baño sono mi telefono, lo conteste con rapidez y era el, el
chico de la voz sensual, julian…me pregunto con tono de curiosidad: -«hola, con quien tengo el gusto de hablar?»- su voz era inconfundible, pense en colgar el telefono, pero seria ridiculo, que pensaria si se llegase a dar cuenta que era yo?-«hablas con Lorena, con quien hablo?»-aun sabiendo quien era-«con Julian Andres»-me mordi los labios y cerre mis ojos recordando cuando lo vi por primera vez,-«hola, como estas?, y eso que llamas?, como conseguiste mi teléfono?»-le respondí efusivamente, pero en tono suave-«solo queria saludar a tu novio, el mismo me dijo que en caso tal que no contestara el celular lo podia llamar a tu casa… por que,no te gusta que llame a tu casa?»-le dije:»no como se te ocurre, el caso es que el no esta, y no creo que venga hoy»- apesar que le dije que mi novio no se encontarba en casa seguimos hablando de otras cosas, ya que me habia propuesto pues que entonces hablaramos los dos un rato hasta que Christian llegara, me parecio un muchacho inteligente, agradable, y muy cariñoso dado a la forma en como me hablaba o respondia de buena forma en mis conversaciones.
En un ir y venir de palabras me dijo: «no se si te agrade que te diga algo, pero con todo respeto a tu novio, me pareces una chica espectacular con un par de senos y piernas muy bien puestas, perdoname, pero no sabes cuanto me gustaria haber tenido una novia como tu, no solo por tu fisico, si no por tu simpatia,y diculpa si te ofendo, pero me dijo Alex que eras una chica de mente muy abierta»-Al escuchar esas palabras, me dieron escalofrios,no sabia que decir, me puse nerviosa, pero mis nervios no me ganaron y le repondi-«bueno la verdad me siento alagada que un hombre como tu me diga eso, pero no me sorprende, ya que me lo han dicho muchas veces._tratandome de hacer la interesante, segui diciendo_lastima…» -el reponidio ansiosamente-«que te da lastima?»-«nada»-respondi arrepentida,tratndo de vitar mas palabras le dije que cuando llegara mi novio le diria que lo llamase de inmediato y di concluida la conversacion donde aquel hombre que me movia tanto el piso me habia confesado que le parecian atractivas mis piernas y mis senos.
Pasaron los dias y cada vez mi novio y yo nos haciamos mas amigos de Julian, Christian lo invitaba los fines de semana a tomar y escuchar musica o a veces íbamos a un billar muy lujoso cerca de Manhattan, donde Christian me enseñaba a jugar mientras yo con mis escote le enseñaba a Julian el nacimiento de mis grandes y redondos senos, con los cuales Julian jugaba con la mirada perdida entre ellos.No lo voy a negar vivia seduciendo sin que mi novio se diera cuenta a Julian, me ponia mi ropa mas sexy cuando sabia que vendria con nosotros, lo miraba de arriba a abajo cada vez que se juntaban mis ojos con los de el.
El lo sabia, me encataba, se lo demostraba, mas no se lo decia, un dia que estaba en mi casa sentado en el sillon frente al mio, lo notaba mas nervioso al saberse un poco embriagado y frente a mi, me miraba las piernas que tenia yo cruzadas con una corta falda negra que casi mostraba todo lo que el queria ver, de repente mire a mi novio que se levantaba borracho del otro sofa y dijo que hiba adormir por que no podia mas de la embriaguez.
Era el momento, nos miramos, nos dijimos entre miradas… HAGÁMOSLO, acercate a mi…decidi darle gusto a su mirada furtiva, habri mis piernas delicadamente, para que viera lo lindo que tenia para el esa noche, cortes invitacion, me rei de el y asenti con mi cabeza para que viniera,me miro y me dijo con su sonrisa picarona…»que quieres?», le respondi… «averigualo…»
Julian se paro, y vino hacia mi lado se sento y empezo a hablarme al odio… «me encantas»-«me estas volviendo loco, no sabes cuanto me he pasado las noches en vela, pensadote, deseandote, me quiebras hasta los huesos»-me decia mientras pasaba sus labios por mi cuello y oreja izquierda, sus manos eran inquietas y mis ojos cerrados hacian que mi pensamiento siguiera cada roze de sus manos locas por mis piernas las tocaba en mis rodillas circularmente y subia de arriba a abajo, me sentia quemar, nesecitaba que me diera dedo, queria que hiciera de mi lo que quisiera.
Le dije… «no se si sea pecado hacerte el amor ahora mismo, pues pecaré toda la noche»-le pedia susurrando que me tocara, mientras me ponia encima de el sentada, de repente senti como pasaba su mano por mi sexo y como alzaba con sus dedos las partes laterales de mi tanga poco a poco fue tocandome suavemente hasta que me dio un dedo, luego a medida que avanzaba en velocidad metia mas, luego tres, estaba loca, insaciable, el solo cerraba los ojos y yo lo veia sudando, frenetico, su colonia Jean Paul, me invito a que explorara su cuerpo le quite su ropa mientras me daba dedo como nadie, le desabroche la camisa luego me quite y le quite su pantalon, vi su miembro grueso y duro escondido en un calzonsillo blanco-«hay que rico»- le dije picaramente-«que vas hacer?»-pregunto mientras tocaba mi cabeza, solo baje sus calzoncillos y bese primero solo con mis labios la cabeza de su pene, chupandosela, mientras acariciaba sus testiculo, el alzaba sus caderas de la emocion, no sabia que hacer conmigo y yo no reconocia si era el infierno o el mismo cielo, pero le di una mamada en la cual el disfurto como loco cuando entraba su pene en mi boca y lo sacaba con rapidez.
Me quitó la blusa al pararme, hizo lo mismocon mis sostenes, me lamia mis senos redondos y grandes mientras me alzaba la falda y me quita mis tangas ya que estaba parada, a veces apretaba su cara entre mis senos y el me miraba con esos ojos que me enloquecieron desde que lo vi, me habrio las piernas y me puso encima de el, senti su miembro mojadisimo y aun parado y fuerte, que rastrillaba mi vagina de arriba a abajo, estaba mojadisima, a punto de venirme, le dije ya enloquecida del todo-«metemela, metemela»- suavemente me la metio mientras me miraba con esos ojos y me decia silenciosamente esa voca-«te voy a comer toda, tu dime como quieres»-empeze a moverme circularmente, de arriba a abajo, vertical y horizontalmente, apretaba su sudoroso cuerpo contra mis pechos y me enloquecia sentir su desquiciada respiracion en mi cuello y cara, me daba nalgaditas en mi culo, y me decia -«que buenas nalgas tienes, mami»- me sentia una diva, una diosa…
Se vino, no alcanzó ni a quitarse de la emoción, senti su liquido hirviente dentro de mi, segui moviendome, esta vez el acostado y yo encima, me movia suavemente de arriba a abajo, sentia una sensacion increible al saber de todavia su erecto pene acariciando mis paredes, me sentia fuera de si pero no queria acelerar mis movimientos, queria mas y mas, mis latidos se aceleraban, mi pulso no daba mas, lo mordi queriendo ahogar mi frenetica pasion en esos momentos, queria mas y mas y mas hasta que mire sus ojos y en un rico sentir de sus labios contra los mios senti que me vine. descanse alrededor de minutos sobre su pecho y luego me pare fui al baño me vesti y le di un beso, antes de decirle que me ni siquiera nos habiamos percatado que mi novio estaba en el cuarto durmiendo mientra nos revolcabamos los dos,
-Me dijo:»Lo importante fue que nos encantó, ojalá se siga repitiendo mis encuentros contigo y las borracheras de tu novio».
Hasta hoy seguimos revolcandonos cada vez que podemos, y no se por que, mis sentimientos de culpa se acabaron despues de esa noche loca.
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En la secu!!!
Posted:Jul 30, 2019 9:57 pm
Last Updated:Apr 19, 2024 7:16 am
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Soy profesora de enseñanza secundaria, de la asignatura de Cultura clásica. ía por aquel entonces 36 años, no soy fina más bien llenita, con unas anchas caderas y un culote redondito, mis pechos bastante llamativos y despiertan pasiones por los que he podido comprobar.
Soy viuda, mi marido murió a los 3 años de casados en un accidente de tráfico cuando iba en viaje de negocios. En mi casa había tenido malas experiencias con el sexo. Digo esto porque estaba ya de mayorcita un poco traumatizada con el tema del sexo.
Gracias a que mi marido, cuando éramos novios me respetó siempre, fue comprensivo y fuimos descubriendo las mieles del sexo juntos y pausadamente.
Al final llegué a disfrutar mucho con el sexo pero de un modo más bien conservador. Lo hacíamos del modo habitual y sólo los fines de semana. No siempre disfruté de orgasmos, para que él se contentara fingía que me lo pasaba bien.
Yo ya era profesora cuando me casé. Los primeros años todos los compañeros notaron mi alegría y simpatía, pero con la muerte de mi marido quedé bastante triste por él y porque me faltaba el sexo. Me masturbaba a menudo pero no era suficiente, necesitaba un hombre, sentirme deseada y querida.
Como dije estaba bien físicamente así que notaba las miradas de compañeros y hombres por la calle, aunque yo soy recatada en el vestir. Sin embargo para satisfacerme siempre me compré ropa interior sexy, ligas, medias negras y bragas y sujetadores provocativos. Me miraba al espejo y me desnudaba, mientras me tocaba la vagina y los pechos. Era todo lo que podía hacer.
Yo daba clase a chicos y chicas de la ESO de años. Más de un chico me miraba y sentía deseos por mí. Hasta había notado a alguna chica miradas pasionales pero no le di importancia. Hasta que un día Jorge, un chico estudioso, se me acercó a consultar sobre un problema. Yo ese día ía prisa y no sé cómo se me ocurrió decirle que si podía venir a mi casa que no estaba lejos del instituto. Dijo que le parecía bien, que iría a las 6 de la tarde.
Estuve todo el día pensando en el asunto, era un chico atractivo pero había mucha diferencia de edad y aunque era uno de los que me miraban al pasar no sabía si se sentía atraído por mí.
Me puse mi vestido más provocador, de seda, casi transparente, falda ceñida negra, medias y zapato de aguja. Me mojaba solo de pensar lo que iba a pasar en unos minutos. Fue puntual, abrí sonriente y noté que se quedó helado solo de ver lo atractiva que estaba. Pasó y comencé a explicarle sus dudas, me acercaba cada vez más a él y le puse mi mano sobre la suya, nos miramos a los ojos.
Le dije que para aprobar la asignatura no era necesario que supiese mucho de Cultura clásica, había otro camino más corto. Le puse mi mano sobre su pierna. Estaba muy nervioso y me dijo que estaba dispuesto a hacer lo que fuese. Acerqué mis labios a los suyos y nos besamos suavemente.
Nos sentamos en el sofá, a esas alturas mi falda estaba subida de modo que se me veían las braguitas negras. Me acariciaba las piernas y puso su mano sobre mi pecho por encima de la blusa. Nos seguíamos acariciando y besando como desesperados. Estábamos muy calientes. Noté un bulto en su pantalón, su pene rozaba con mis bragas, me empezó a tocar las nalgas y todo el cuerpo con sus manos, los senos por encima del sujetador que aprisionaba mis grandes pechos deseosos de explotar.
Manoseaba sobre mi sujetador negro, me acariciaba con timidez, le ayudé con mi mano para darle confianza, mientras uníamos nuestras bocas en un beso húmedo.
Mis pechos grandes pero nada caídos, su aureola es rosa rojiza y cubre gran parte de mis senos… con unos pezones que en reposo de medio centímetro, grandes y deseables. Pensé que se le salían los ojos. Mi vagina era realmente peluda, hacía más de un mes que no me la había afeitado y mis vellos púbicos estaban todos desordenados… mi culo es más bien grande y blanco.
Yo estaba en sujetador braguitas que no cubrían mi vello y medias negras con liguero. Le dije que esperara que íbamos a mi habitación, estaríamos más cómodos. Le quité los pantalones y la camisa, mientras besaba su cuerpo con cariño, como una caricia. Me tumbé en la cama, subí las piernas despacio, las flexionó, mi vagina, quedaba perfectamente a la vista, la vio y se le salían los ojos de pasión, se mordía los labios, babeaba, miró detenidamente aquella vagina, sus labios eran grandes, muy grandes, rosados, húmedos.
Se acercó a oler porque el olor que de ella emanaba se podía percibir perfectamente en el ambiente.
Mis jugos empezaban a escurrirse por mi entre pierna, puso su lengua allí, la movía despacio, me iba a matar de placer, cerré los ojos y acerqué su cabeza más a mi vagina húmeda, le crucé las piernas detrás de su cabeza, no se podía escapar, quería más, más placer.
Mi clítoris se podía ver a simple vista, siempre lo he tenido muy prominente en plena excitación. Creo que se sorprendió de su tamaño, lo tocaba con la lengua, lo succionaba, no pude más, tuve un fuerte orgasmo, me pude a gritar como una loca, se asustó un poco, pero seguía chupando, lamiendo, mamando.
De repente se incorporó, se arrodilló en la cama, levantó bien mi culo. Le dije que me acariciara y si quería era todo suyo.
La vista era impresionante, aquel culo marrón y grande latía, los labios de la vagina le colgaban, y ya su color era púrpura. Le pedía que me la metiese por ahí. Y así fue, puse su glande apoyado en aquel culazo y de un empujón me penetró.
Estuvimos al menos minutos con arremetidas y vaivenes.
Fue muy excitante. Finalmente eyaculó en mi trasero, noté el escozor de la leche caliente en mi interior. Quedamos exhaustos, satisfechos, nos dormimos unos minutos.
Me levanté, fui al baño y le dije que si quería podía venir a verme a esa hora los martes. Me dijo que no pensaba faltar ni un solo día. Espero que sea así, es mi alumno preferido.
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La Sor Mamada...
Posted:Jul 30, 2019 9:41 pm
Last Updated:Apr 19, 2024 7:16 am
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Clara ía años y vivía con sus padres, su hermana Mariana de y su hermano Abel de 20. Sus hermanos siempre la molestaban con esa tendencia que tuvo desde pequeña hacia la religión, siempre dijo que sería monja, que su vocación religiosa estaba por encima de cualquier cosa y ellos se burlaban, no podían entender como Clara prefería quedarse horas y horas en la parroquia antes de estar jugando con sus amiguitas o sus muñecas.
Sus padres nunca alentaron aquella incipiente vocación, pero tampoco se opusieron, dejaron que las cosas siguieran su curso porque Clara aun era joven y seguramente cambiaría de opinión varias veces antes de alcanzar la madurez de su vida. De todas formas, pasaban los años y ella se aferraba más y más a esa convicción: no faltaba jamás a los grupos de oración adolescentes, participaba en misiones comunitarias, viajaba a diferentes puntos del país con gente de la parroquia y era la mano derecha de la hermana superiora de su colegio en lo que a la organización de estas tareas se refería.
Mariana y Abel eran lo opuesto, no pisaban una iglesia ni por encargo, no querían saber nada porque no creían en nada y a veces les daba rabia ver a su pequeña hermana tan metida en todo eso y sentían que no estaba viviendo la vida como correspondía a una adolescente de su edad. Clara era bellísima, realmente era una morena muy hermosa, tenía grandes ojos color noche y una piel cetrina, suave y tersa. Lo que más llamaba la atención de ella era que tenía una belleza fuerte, un rostro hermoso, pero muy exótico, tenía una mirada casi diabólica, pero todas esas características se diluían entre rezos, cirios y obras de caridad.
El que la mirara a simple vista nunca hubiera podido pensar que era tan devota, al contrario, con esa mirada, con esos ojos oscuros y esa mirada penetrante, solo podía pensar en lo temible que podía ser aquella adolescente y tenerle respeto reverencial, por las dudas. Se llevaba muy bien con sus padres, sentía que ellos la respetaban y la dejaban elegir. Con Mariana no tenía grandes inconvenientes, dormían en la misma habitación y a pesar de la cantidad de cosas que su hermana le decía en contra de su vocación religiosa, la quería mucho y hasta a veces entendía que se rebelara tanto contra ese tema, porque seguramente ella quería que su pequeña hermana compartiera más cosas con ella.
Con Abel era otro tema. Abel tenía, entre otras cosas, una novia que a ella no le gustaba y además, siempre, siempre, siempre, se burlaba de ella. Desde que eran más pequeños, Abel vivía torturándola. Además, tenía un grupo de amigos que la molestaban continuamente llamándola «la monjita», por supuesto que alentados por su hermano, quien no se metía entre las bromas de sus amigos y ella, muy por el contrario, las alentaba. Cada vez que se juntaban Abel, su novia y sus amigos en su casa, Clara se esfumaba, se encerraba en su cuarto y solo abría la puerta si Mariana aparecía. Contrariamente a lo que todos podían pensar, Clara tenía sentimientos bastante encontrados respecto al tema de su hermano.
Ella sabía que debía ser compasiva y piadosa, pero a veces tenía la fantasía de que Abel desapareciera de su vida, de no verlo nunca más, no lo soportaba en su vida y se daba cuenta de que esto era radical porque nunca llegó a sentir remordimiento por estos sentimientos. Quizás esa fuera la única sombra que se cernía sobre su alma, los sentimientos negativos que su hermano le despertaba. Sus padres siempre creyeron que eso también desaparecería con el correr de los años así que no se preocuparon. Próxima a cumplir años, Clara toma la decisión de comenzar con cursillos previos al noviciado y seguía así con su decisión de consagrarle su vida a la religión.
Mariana había partido al exterior para estudiar cine y el único que seguía en su casa era su hermano. A veces Clara se preguntaba como podían ser tan diferentes, como podían dos seres humanos diferir tanto uno del otro. La novia de Abel era insoportable, hacía con su hermano lo que quería, era arrogante, altiva, bellísima, segura de sí misma y no lo dejaba ni a sol ni a sombra. En más de una oportunidad Clara los había sorprendido en el sillón besándose apasionadamente, acariciándose con ardor y metiéndose mano, y ella se preguntaba por qué no se iban al cuarto de él o sencillamente a un hotel, donde pudieran calentarse en privado.
Esas eran las cosas que le molestaban de Katya, ese descaro, esa desinhibición que ía, esa imagen de que nada le importaba y la arrogancia de demostrarlo, de llevarse al mundo por delante y con él, a su hermano que a su lado, parecía un muñeco de trapo. Pero también se preguntaba que la llevaba a ella a abrir esa clase de juicios sobre los demás, cuando se suponía que era chica y que no ía la más mínima experiencia en este tipo de cosas. En definitiva eso no interesaba, no ía simpatía por ninguno de los dos y punto… tal vez, con el tiempo, Dios le enseñaría a ser piadosa también con ellos y la ayudaría a entenderlos. Al irse Mariana a estudiar al exterior, Clara quedó sola en la habitación así que ahora más que nunca permanecía prácticamente todo el tiempo encerrada allí mientras estaba en su casa.
Parecía que alguien había leído sus pensamientos porque ahora Abel y su novia no se quedaban en el sofá prodigándose mimos sino que se metían en el cuarto de él durante horas y horas y en más de una ocasión la despertaban a la madrugada los sonidos de ambos follando sin parar. Sus padres nada podían escuchar, porque el cuarto de ellos quedaba en la planta baja así que dormían sin interrupciones, pero la pobre Clara era víctima de cada noche de pasión entre su hermano y su futura cuñada, pero prefería no abrir la boca, de nada serviría.
Clara entró en el noviciado después de cumplir los y tomó los hábitos a los 20. Durante esos años varias cosas cambiaron en su familia: Mariana resolvió quedarse a vivir en el exterior y Abel, una vez conseguido un gran trabajo en una empresa americana, se casó con Katya, tal como ella siempre pensó que iba a suceder y se fueron a vivir a una preciosa casa en un barrio privado bastante lujoso. Conforme pasaban los años, Clara embellecía más y más y hasta el hábito le quedaba hermoso. Realmente llamaba la atención su belleza casi demoníaca, pero cuando hablaba, cuando se movía, un ángel increíble se dejaba ver desde su interior, un ángel que inundaba a quienes la rodeaban. Había sido destinada en una misión de seis meses para convivir con la gente más pobre del norte de su país y a su regreso, colmada de ricas experiencias, se enteró que las cosas entre su hermano y su cuñada no estaban bien.
Su madre la llamó para que intercediera entre ambos porque estaba realmente preocupada por la pareja y ella, fiel a su misión en esta vida, tuvo que hacerle frente a la situación y accedió a charlar con los dos aunque por separado. Se encontró con Abel y hablaron largo rato, realmente a los dos les parecía increíble poder intercambiar dos frases sin pelearse y lo atribuyeron a que ambos habían crecido y habían vivido experiencias que los habían marcado muchísimo. Abel reconoció íntimamente que su hermana había crecido muchísimo y que estaba más bella de lo que el mismo podía recordar y más pena aun le dio verla enfundada en ese hábito, que por un lado le restaba vida, pero por el otro, realzaba su belleza.
Clara sintió que él había cambiado, que tenía una mirada casi ausente, pero que amaba profundamente a su esposa y se decidió a ayudarlos. Era más que evidente que Dios se había encargado de borrar de su alma esos sentimientos adolescentes de desprecio por ambos. Se reunió con su cuñada y la encontró más serena, pero igualmente arrogante. Katya era una de esas mujeres que tenían la misma fuerza para atraer que para repeler. Era una pelirroja exhuberante, de ojos verdes, piel lechosa y físico imponente, pero mirada gélida, distante. Se abrió a Clara, confesó su amor por Abel, pero las diferencias eran muy hondas. Abel vivía para su trabajo y su mujer se sentía abandonada, el sexo entre ambos era casi rutina, como si su mejor época sexual hubiera quedado en el sillón de su casa de soltero o en el cuarto de su casa familiar, allá, en la adolescencia.
Abel le había propuesto miles de variantes como para reavivar la pasión, para darle una vuelta al sexo entre ambos, pero a ella eso no la convencía y eso a Clara le llamó la atención, porque de los dos, su cuñada siempre había parecido la más desinhibida, pero en este caso parecía que no era así. Katya le comentó a Clara que hasta la inclusión de otra mujer en la cama estaba planteada, pero nunca se había decidido ella y eso había fastidiado a Abel, porque lo tomaba como una falta de interés por parte de su esposa, para solucionar las cosas.
La verdad es que Clara podía sugerir varias cosas para intentar una recomposición de la pareja, pero dudaba de la aceptación que tuvieran por parte de ambos, solo podía inclinarse por las charlas que pudieran tener y por hacerles compañía a los dos cuando se lo pidieran. En primera instancia esa noche se quedó a cenar con ellos; fue una velada agradable, los tres se distendieron y hasta se animaron a charlar de las cosas que le hacían a la pobre Clara cuando vivían juntos, de las bromas que le hacían cuando la veían rezando reclinada sobre su cama, en su habitación y ella les recordó la cantidad de veces en las que los pescaba acariciándose en el sofá de su casa.
Esa confesión llamó la atención de Abel quien quiso que su hermana le diera más detalles de aquellas veces y Clara, por pudor, no quiso contar todo detalladamente, pero se aproximó bastante a ello. Les confesó también la cantidad de noches en las que los gritos, gemidos y jadeos de Katya la sacaban de los más profundo de su sueño y hacían que ella se tapara la cabeza con la almohada para poder seguir durmiendo. La pareja se reía por un lado, pero ambos, íntimamente, sabían que eso los estaba excitando y se lo confirmaron cuando se miraron mutuamente mientras Clara seguía contando pequeños detalles con la mayor y aparente inocencia del mundo.
Siguieron en la sobremesa hasta las tres de la mañana, realmente se había creado un clima muy grato, pero se había hecho tarde así que, cuando se levantaron de la mesa, le dijeron a Clara que se quedara en el cuarto de huéspedes a dormir, porque era demasiado tarde como para que volviera sola al convento.
Aceptó convencida de que ellos tenían razón y se quedó en el pequeño cuarto azul, a dos puertas del dormitorio de Abel y Katya. Entrada la madrugada un recuerdo vago de su adolescencia despertó a Clara, pero cuando tomó conciencia del lugar donde estaba, comprendió que no la había despertado un recuerdo sino la realidad que estaban viviendo su hermano y su cuñada en su habitación. Una vez más, la había despertado la vehemencia de su cuñada, pero esta vez no se colocó la almohada sobre la cabeza para seguir durmiendo sino que se sonrió levemente porque le causó gracia la situación y pensó que al día siguiente, en tono de broma, se los comentaría a los dos. Por otra parte, se alegró porque pensó que algo podía llegar a solucionarse de ahora en adelante. Se dio vuelta en la cama y se acomodó para seguir durmiendo. Lo intentó varias veces pero no pudo. Estaba completamente desvelada y el aumento de la pasión de Abel y Katya no la ayudaban en lo más mínimo.
Desde el fondo de su alma se dio cuenta de que esta vez no habría almohada que alcanzara, que no serviría de nada colocársela en la cabeza porque había algo nuevo en esta situación que ella no estaba manejando. Lo que años atrás le causaba rechazo y le daba más elementos para despreciar a su hermano y a su cuñada, hoy por hoy, le despertaba una inquietud alarmante. Se sorprendió aguzando el oído en lugar de evitar los sonidos y a medida que escuchaba los gemidos, sentía que una tibieza inusual se apoderaba de su cuerpo.
Al principio estaba quieta en la cama, tratando de pensar en otra cosa, pero a medida que pasaban los minutos, notaba como sus piernas comenzaban a moverse levemente, como las estiraba y las encogía de forma involuntaria, como se movía inquieta entre las sábanas. Clara no era tonta y se daba cuenta de que, muy a su pesar, estaba excitándose… Monja o no, era antes que nada, mujer y le estaba resultando muy difícil separar las cosas y no excitarse con los sonidos, con la situación y con la fantasía de esa situación que se estaba desarrollando dos puertas más allá de la suya. Quería creer que su hermano y Katya se habían olvidado de que ella estaba allí porque sino, no comprendía como actuaban tan libremente.
De todas formas, ahora debía ver cómo manejaba su situación ante ella misma, porque la verdad es que su mente estaba en la habitación contigua, los pedidos de caricias de su cuñada no la dejaban pensar con claridad y sus manos estaban comenzando a transpirar y tomaban el borde de las sábanas con furia, como si ese borde impidiera que las mismas fueran hacia otro destino. Dio vueltas y más vueltas en la cama, pero nada. Cachonda perdida, se levantó, abrió la ventana, dejó que el aire helado entrara en el cuarto, pero nada, las voces seguían taladrándole el alma. Se ordenó dormir, pero no pudo y menos aun cuando comenzó a notar que sus muslos se estaban humedeciendo sin querer… ¡¡¡no podía creerlo!!! ¿Qué haría ahora? Sentía un leve tironcito proveniente de su entrepierna y se daba cuenta de lo que le estaba pasando, pero ella debería controlarlo, ella tenía la obligación de controlarlo, no podía ganarle esa situación, no podía rendirse a la tentación de tocarse y de poblar su mente de ese tipo de fantasías. Se levantó, fue hasta el espejo y cuando vio su imagen reflejada en el, no pudo creer lo que veía. Su expresión era de lujuria absoluta, sus mejillas estaban encendidas, sus labios rojos e hinchados, húmedos y su mirada era casi desconocida. Eso la excitó más todavía, estaba transformada, como si la persona que estaba del otro lado del espejo no fuera ella y Clara cayó cautivada por esa imagen, cayó rendida ante el deseo que veía reflejado en ese rostro, como si no se tratara del suyo.
Volvió a meterse en la cama, sintiendo ante cada movimiento cómo se desparramaba entre sus piernas la tremenda excitación que tenía, cómo sus pechos se habían hinchado y rozaban dolorosamente la camisa de dormir, cómo sus manos luchaban por no ir hasta esos lugares y aflojar la tensión que se había acumulado. De pronto pensó que si rozaba levemente esas zonas, calmaría algo de aquel ardor y con la yema de sus dedos acarició su vientre, deslizó las manos entre sus muslos, palpó el jugo que los cubría e involuntariamente sus dedos fueron hasta el centro mismo del placer. La monjita se estaba masturbando…
Clara jamás se había explorado, aunque sabía perfectamente cómo era su cuerpo… Nunca se había acariciado, jamás se le había pasado por la cabeza masturbarse, sin por ello dejar de desconocer tal actividad. Esta vez sus dedos llegaron hasta su vagina, la apretó con sus manos pensando que de esa forma dejaría de latir, que se calmaría, que dejaría así de segregar esos jugos, pero no fue así… No pudo apartar los dedos de los labios vaginales y los abrió, asombrándose del tamaño que había alcanzado su clítoris. Con uno de sus dedos, con el índice, presionó sobre él, para que se hundiera y dejara de palpitar, pero esto actuó como un imán, la electricidad que le produjo ese contacto fue tan grande que no pudo alejarse de él, no pudo dejarlo solo, tuvo que seguir y seguir y seguir. Y llegó un momento en el que se rindió ante sí misma, ante su propio deseo y se acarició en forma total, completamente, sin pensar en nada más que no fuera su propio placer, en su propio goce, en la liberación de esa tensión que le estaba quitando el aliento. Se sorprendió moviendo sus caderas al ritmo de sus dedos, los mismos que entraban y salían mojadísimos y por primera vez en su vida comenzó a oler su propio aroma, su aroma de mujer, a oler su propia excitación, lo que aumentaba más y más su propio deseo.
Entre caricia y caricia no dejaba de escuchar los gemidos de su cuñada y eso aumentaba la liberación de sus propios jugos, porque la mente de Clara volaba a la cama de su hermano y sin que pudiera apartar semejante pensamiento de su mente, se imaginaba entre esas sábanas, bajo las manos de Abel, siendo ella y no su cuñada la que gritara y suspirara de esa forma. Así fue como, entre fantasías y caricias, Clara alcanzó el primer orgasmo de su vida, cayendo exhausta y rendida sobre su espalda y durmiéndose al instante, para despertar al día siguiente, cerca del mediodía. Cuando abrió los ojos pensó que lo vivido la noche anterior había sido un sueño, pero cuando comenzó a recordar se dio cuenta de que no había sido así, es más, tenía una sensación extrañísima de plenitud y eso le daba la pauta de que los recuerdos nocturnos que estaban rondándole habían sido verdaderos. Al despertar no había nadie en la casa así que dejó una nota y se fue para el convento. A la noche llamó a la casa de Abel para saber cómo estaban y atendió Katya. Le dijo que necesitaba hablar urgentemente con ella, pero Clara le explicó que no saldría del convento sino hasta dentro de tres días así que quedaron en que ella iría a su casa para charlar.
Esas noches, en el convento, fueron muy útiles para Clara porque entendió que lo que había sucedido en la casa de Abel no había sido más que un momento de lujuria, más que nada provocado por la relación de su hermano con su cuñada que llegaba a sus oídos. Se confesó, expió sus culpas frente a Dios y siguió con su labor, olvidando lo que le había pasado físicamente, pero no podía olvidar las cosas que había fantaseado. Eso era lo que aun le daba vueltas en la cabeza, ese deseo que la había invadido de ser ella y no su cuñada la que estuviera bajo las manos de su hermano. Llegado el día del encuentro con su cuñada, prefirió ir bien temprano a la tarde, así no se quedaba mucho tiempo y podía volver sola al convento. Cuando llegó a la casa, nadie respondió a su llamado así que se quedó sentada en el umbral, esperando que alguien apareciera. Pasaron más de dos horas hasta que los dos llegaron en el auto de Abel. Le pidieron disculpas por la demora y entraron en casa. Los dos le querían agradecer lo que ella había hecho, las cosas que les había dicho a cada uno por su lado y la compañía que sabían que les haría de acá en más, sabiendo también que podrían contar con ella para lo que fuera.
A propósito de eso, Clara no dejó pasar la oportunidad y les comentó, en tono de broma, como había revivido viejas épocas de adolescente cuando los movimientos del cuarto la habían despertado una vez más. Lo que no les dijo fue el estado en el que ella había caído al escucharlos, de eso solo hablaría ante sí misma y ante Dios. Una vez más se hizo tarde, tardísimo, pero Abel se ofreció a llevarla en el auto al convento. Para mala suerte de Clara, no arrancó jamás el auto y pedir un taxi a esa hora sería casi imposible, así que llamó al convento, avisando que estaba en casa de su hermano, que si la necesitaban la llamaran, pero que se quedaría a dormir allí.
Esta vez se acostó con la mente dispuesta a no escuchar nada de nada, aunque en el fondo sentía que eso se le iba a complicar un tanto si su hermano y su cuñada se volvían más efusivos que de costumbre. Una vez más los gemidos la despertaron a la madrugada y esta vez decidió tomar el toro por las astas, decidió levantarse, ir hasta el cuarto de su hermano y golpearles levemente la puerta, para que recordaran su presencia en la casa y trataran de moderarse.
Así fue como se levantó, fue hasta la puerta del dormitorio de su hermano y antes de golpear, se detuvo un instante, el deseo de escuchar fue más fuerte que el de interrumpir. Se estaba hundiendo en una nube de deseo así que decidió tocar dos veces e irse, pero ante el primer golpe, la puerta se entreabrió y allí quedó Clara, parada en el vano de la puerta, con una cama gigante frente a sus ojos y sobre ella Abel y Katya. Ambos arrodillados, enfrentados, las manos de Abel tomándole los senos a su esposa y su boca besándolos.
Las manos de Katya sobre los glúteos de su esposo, acariciándolos sensualmente. Clara sintió como se le cortaba la respiración ante semejante imagen y se quedó petrificada, muda de sorpresa y deseo, reafirmando sus ganas de ser ella la que estuviera allí en lugar de su cuñada. Ese sentimiento la alarmó más que la otra vez, no podía ser que ella, justamente ella estuviera deseando a su propio hermano, ¡¡¡¡¡eso era imposible!!!!!
Imperceptiblemente debe haber hecho algún movimiento porque de pronto, como de la nada, Katya estaba clavándole los ojos, notando su presencia en la puerta. Abel y ella se separaron y cuando estaban a punto de pedirle disculpas a Clara, notaron esa lujuria en su mirada, la misma que ella había visto reflejada en el espejo la otra noche, la que la convertía en una mujer deseable, completa. Sin decir una sola palabra, Abel le extendió sus manos y Clara, como en un estado hipnótico, se acercó a tomarlas, a sentarse en el borde de la cama, junto a ellos. Abel comenzó a acariciar ese cabello renegrido que tanto había tirado de chico, notando lo sedoso que era ahora, mientras Katya acariciaba los hombros de su cuñada, por encima de su camisa de dormir.
Sin quererlo, Clara estaba haciendo realidad el pedido que tantas veces Abel le había hecho a su esposa: otra mujer en su cama. A su vez, satisfacía su fantasía de ser acariciada de esa forma por su hermano y encendía la llama interna de Katya, que quizás, de no tratarse de su propia cuñada, nunca habría aceptado lo que estaba sucediendo. Katya seguía acariciando por detrás a su cuñada y pensaba que era increíble que la monjita estuviera allí, a punto de ser convertida en mujer por ella y su esposo, por el propio hermano… Y esa imagen la excitó terriblemente, la idea de ver a los dos hermanos en la cama juntos, besándose y haciéndose el amor, la puso como loca y aumentó el ritmo de las caricias, de manera que Clara quedó en menos de dos minutos sin su camisa de dormir, se la quitó lentamente por sobre su cabeza, dejando al descubierto ese cuerpo escultural que los hábitos escondían permanentemente.
Abel quedó pegado a la figura de su hermana, siempre supo que era hermosa, pero jamás imaginó cuanto y ahora, su propia esposa le regalaba la posibilidad de admirar el bello cuerpo desnudo de su hermana. Clara seguía sentada al borde de la cama, como dormida, con los ojos cerrados, inmóvil, tensa. Abel no podía ni quería dejar de acariciarla y cuando colocó sus manos en los pechos de su hermana se dio cuenta de que la había encendido, en ese preciso instante Clara abrió los ojos y dejó ver su mirada diabólica, esa mirada cargada de pasión y lujuria, esa mirada que la alejaba de la religiosa que todos veían a diario, esa mirada que se cruzó con la de su hermano y le dio vía libre, le dio el pleno consentimiento para que hiciera de ella un objeto de su deseo.
Clara sentía que se hundía en un pozo de sensaciones placenteras, Abel hacía que su boca siguiera a sus manos, lugar que abandonaban las manos de su hermano, lugar que reemplazaba su boca. Katya recorría con sus manos su espalda y sus brazos, con la punta de su lengua vagaba dentro de sus orejas y mordía levemente sus lóbulos, de tanto en tanto interrumpía la tarea para besarse profundamente con Abel, dejando a Clara en un estado de soledad enorme, deseando que esas bocas y esas manos nunca se alejaran de ella. La única vez que cruzó por su mente la idea del pecado, una fuerza muy superior la desterró inmediatamente, una fuerza que se había apoderado de ella y no pensaba dejarla sola en aquel momento, al contrario, la alentaría a seguir hasta el final.
Su hermano y su cuñada la besaron por completo, la lamieron entera, espalda, brazos, orejas, pechos, vientre, pies, piernas… Sus lenguas subían y bajaban por aquel cuerpo glorioso, encendiéndolo, aromatizándolo.
Clara se movía muy despacio, colocando siempre la parte del cuerpo que era besado, al alcance de la boca que lo buscaba y lo hacía de una forma tan natural que nadie podía imaginar jamás que ese cuerpo nunca había sido explorado anteriormente. La sola idea de ser quien desvirgue a su hermana, enardecía más y más los deseos de Abel y lo alentaba a seguir, a darle más y más placer a quien, hasta hace unos años atrás, solo deseaba verlo desaparecer de su vida. Katya estaba fascinada al sentir el sabor de la piel de su cuñada bajo su lengua y quería verle la cara de éxtasis cada vez que la acariciara. Extendió su brazo derecho y alejó a Abel del cuerpo de su hermana, le indicó con un solo dedo que se retirara y cesara con sus caricias.
Abel no podía creer lo que estaba sucediendo frente a sus ojos: dos mujeres para el solo, las dos a punto de gozar solas y para colmo, una era su esposa y la otra nada menos que su propia hermana, quien además de todo, ¡¡¡era monja!!! Sin chistar se retiró de la escena y las dejó solas. Katya se levantó de la cama y se enfrentó a su cuñada, se paró frente a ella con las piernas abiertas y después de tomarle las manos, las colocó sobre sus senos, dejando que Clara sintiera la suavidad de su piel, la turgencia de sus pechos y la dureza de sus pezones. Como si lo hubiera hecho siempre, Clara comenzó a acariciar esos senos, movía sus manos en redondo sobre ellos y pellizcaba levemente los pezones, sintiendo como se entibiaban con la fricción de sus dedos. Un poco más atrás, Abel estaba sentado en una silla, con su pene entre las manos, acariciándolo lentamente, disfrutando de esa imagen increíble, gozando el placer de esa visión.
A medida que Clara acariciaba a Katya más intensamente, comenzaban a escaparse pequeños jadeos de placer y asentimiento, los mismos que ella conocía tan bien, los mismos que la habían despertado tantas y tantas noches en su adolescencia. Sin que nadie se lo indicara Clara dejó deslizar una de sus manos por el estómago de Katya y descendió por el, navegó por el vientre liso y chato de su cuñada y llegó hasta su entrepierna. Delicadamente abrió los labios vaginales y de pronto, sin que ella misma comprendiera como, clavó dentro de esa vagina empapada su dedo índice, lo clavó de un solo tirón y hasta el fondo, haciendo que Katya saltara de sorpresa y de gozo. A medida que Clara seguía metiendo más y más adentro ese dedo, Katya encontró el ritmo de su cuñada y así, parada como estaba frente a ella, movía sus caderas en redondo, alrededor de ese dedo que se había adueñado de su vagina, que la había violado imprevistamente y que le estaba dando muchísimo placer.
Cuando los gemidos de Katya eran incontenibles, Clara retiró su dedo y empapado como estaba, lo metió completo en su boca, mirando fijamente a su hermano que seguía acariciándose, completamente excitado, en su rincón, como en penitencia, sin poder acercarse a ellas, prohibiéndoselo ambas con la mirada.
Clara había interrumpido deliberadamente el primer orgasmo de su cuñada y eso la dejó terriblemente excitada y por eso, sin pensarlo, mientras Clara saboreaba sus jugos mirando a su hermano, Katya la recostó sobre su espalda, dejándola boca arriba, sentada al borde de la cama y con las piernas abiertas frente a ella. Con semejante espectáculo frente a sus ojos, Katya se arrodilló y abrió más aun las piernas de su querida cuñadita, exponiendo esa vagina limpia, carnosa, intacta y húmeda frente a sus ojos y a los de su esposo, que seguía atentamente la acción desde su lugar.
Se hizo cargo de aquella vagina en forma completa, comenzó lamiéndola con los labios cerrados, de arriba a abajo, de lado a lado, notando como rezumaba líquidos, como largaba jugos sin parar y eso la excitaba más y más, notando como su propia vagina respondía a semejante excitación. ¿Quién le hubiera dicho a ella que terminaría accediendo a los pedidos de su marido y nada menos que con su propia cuñadita? Clara había comenzado a acariciarse los pechos al sentir la lengua de Katya lamiéndola despacito, sin prisa, sensualmente, con los labios de su vagina cerrados, pero anhelando que los abriera y se hiciera cargo de su clítoris, que estaba creciendo y creciendo y comenzaba a tirar más y más de deseo. Adivinando lo que ella deseaba, Katya con su misma lengua abrió los labios vaginales y llegó al centro del deseo de Clara, sintiendo como saltaba de placer su cuñada cuando sintió la rugosidad de su lengua, sintiendo como crecía el placer a medida que la lamía, que recogía sus jugos y los saboreaba, a medida que sus dedos iban metiéndosele dentro, que daban vueltas dentro de la vagina de Clara, que salían empapados y acariciaban sus muslos, mojándola también allí.
El vientre de Clara se estremecía, vibraba, las manos de Clara empujaban la cabeza de su cuñada hacia su vagina, pidiéndole en silencio más y más lengua. Abría los labios vaginales para que los dedos de Katya trabajaran con más comodidad, abría más sus piernas y las sostenía con sus manos en ángulo recto para que pudiera tener más amplitud y llegar más adentro, quería que esos dedos la atravesaran por completo y en definitiva, era el primer contacto que tenía Clara, la primera prueba tangible de que ese espacio estaba siendo estrenado por alguien.
Después de enloquecer a Clara con sus dedos, de arrancarle los gemidos más extensos que alguien pudiera imaginar, sacó los dos dedos que tenía dentro de la vagina de su cuñada empapados de flujo y dándose vuelta, los extendió para que Abel los probara. Esa fue la señal clara de que lo estaba uniendo al goce, de que estaba sirviéndole a su hermana, de que lo invitaba a gozarla. Abel se acercó, chupó los dedos de Katya con fruición, saboreó de ellos a su hermana y después de ello, la retiró de entre las piernas de Clara para acomodarse el mismo en ese lugar. Ahora la que se había convertido en espectadora era Katya, la que se había corrido hacia el costado de la cama era ella, la que estaba besando y mordisqueando los pechos de Clara era ella, mientras que su marido se encargaba de lamer una y otra vez la vagina de su hermana, encontrándola terriblemente sabrosa, dulce, cremosa, abundante.
Con la boca empapada de Clara besó apasionadamente a Katya, le dejó los labios llenos del flujo de Clara y ella a su vez, besó a su cuñada, para que ésta se saboreara a sí misma, a su hermano y a ella en una sola boca. Abel enterró su boca en la vagina de Clara y le dio dos orgasmos increíbles; Clara se retorcía pidiendo más y más, elevaba las caderas hacia la boca de su hermano, extendía los brazos para que esa boca no la abandonara y su lengua buscaba la de su cuñada, dejando que las dos bailaran una danza erótica increíble, como si fueran dos serpientes entrelazándose y excitándose.
Cuando Abel no aguantó más, se incorporó y separó a su esposa del lado de Clara, la colocó a la altura de su pene y dejó que la boca de Katya se encargara de él, succionándolo, lamiéndole, dejando que su hermana viera como se le daba placer a un hombre, admirando esa cara de lujuria que veia en Clara, esa expresión diabólica que esa noche había conocido y que lo enloquecía. Mientras Katya lamía y engullía por completo el pene de su marido, Clara se acariciaba alternadamente sus pechos y su clítoris, incapaz de abandonar el placer que estaba sintiendo y acrecentándolo con la imagen de la pareja en plena sesión de sexo oral. Cuando Abel ya no podía ver más a su hermana masturbándose sin que el pudiera intervenir, apartó la boca de Katya de su pene y así, enhiesto y tieso como estaba, se acercó a Clara y sin darle respiro, la penetró.
El cuerpo de Clara se arqueó como si quisiera tocar el cielo, su hermano no tuvo compasión de su virginidad, arremetió dentro de ella de la forma más salvaje posible y comenzó a moverse, seguro, potente, horadándola, abriendo un túnel dentro de las entrañas de Clara, sacándole el aliento, pero dándole a conocer el goce, la lujuria, la pasión que veía en sus ojos y que ahora estaba haciendo realidad. Sentir la estrechez de su hermana lo enloqueció, tomó sus piernas y las elevó a su cuello y así, en esa posición que a el le fascinaba, le dio más y más, hundió su pene dentro de Clara una y otra vez hasta que sobrevino otro orgasmo para Clara.
Dejándola dos segundos para que se recompusiera, se hizo cargo de su mujer, la enloqueció también con su pene, la penetró por adelante, por atrás, la colocó en cuatro y le hizo probar el mejor sexo anal de su vida, sintiendo como Katya se retorcía de placer mientras el se hundía en su ano y Clara le besaba los pechos, tomando la iniciativa, desinhibiéndose por completo, solo buscando el placer del sexo más puro. Cuando Katya había estallado con su marido dentro, se colocó sobre la vagina de su cuñada, acomodándole la propia en la boca de Clara, en el más completo 69 que ambas podían pedir y se dedicó a lamerle el clítoris una y otra vez, mientras Clara metía sus finos dedos dentro de ella y el pene de su marido entraba y salía de Clara con una velocidad increíble, dándola a Katya la posibilidad de lamerlo cada vez que rozaba su lengua, al salir de la vagina de su cuñada, completamente mojado, lubricado y caliente.
Así, los tres estallaron en otro orgasmo, pero esta vez conjunto, así tanto una como otra mujer pudieron saborear el esperma de Abel que salió disparado con fuerza, tibio, cremoso, espeso y exquisito. Así fue como el matrimonio encontró otro camino para solucionar sus problemas de pareja y Clara encontró la salida definitiva del convento, encontrando la entrada segura a la cama de su hermano y su cuñada…
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TENGAMOS SEXO, SIN SEXO...
Posted:Jul 22, 2019 2:59 pm
Last Updated:Apr 19, 2024 7:16 am
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Aunque estaréis de acuerdo conmigo en que el sexo es una de las mejores cosas de las que podremos disfrutar en nuestra vida, lo cierto es que no siempre podemos disfrutar de esa placentera sensación tanto como quisiéramos, pues hay ocasiones en las que nuestra pareja no se encuentra cerca o que simplemente no tenemos pareja o alguien con quien disfrutar de una sesión de buen sexo. Pero tranquilas, que hay cosas con las que podremos disfrutar durante nuestro tiempo de abstinencia sexual.
Y una de las cosas que no pueden faltar durante este tiempo de abstinencia es sin duda el chocolate, calificado por muchos expertos como el perfecto sustituto del sexo. Y es que más allá de cuánto nos gusta comer el delicioso chocolate, hay estudios que rebelan que el chocolate contiene sustancias que hacen que actúe en nuestro cerebro cuando nos sentimos tristes, dándonos un placer similar -al menos en lo que a nuestro cerebro respecta- al del sexo

También podemos emplear nuestra energía perdida en la abstinencia sexual en ir al gimnasio y aprovechar para ponernos en forma. De esta manera, liberaremos energía y nuestra ansiedad producida por la abstinencia sexual será mucho más llevadera, al mismo tiempo que disfrutamos haciendo ejercicio. Y después del ejercicio no hay nada mejor como disfrutar de un delicioso baño de espuma relajante, ideal para liberar tensiones y acabar lo que empezamos en el gimnasio, liberando así toda la frustración creada por nuestra abstinencia.
Pero si nada de esto te funciona, otra de las técnicas infalibles es pasar tiempo con tus amigas. Salir de compras, a pasear, a comer o ir de fiesta y bailar hasta el amanecer es una de las mejores fórmulas para olvidarnos, aunque sea durante un rato, de nuestra abstinencia sexual. Porque no hay nada mejor como pasar tiempo con tus amigas para olvidarte de todo lo demás.
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MI CUÑIS!!
Posted:Jul 22, 2019 2:55 pm
Last Updated:Apr 19, 2024 7:16 am
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Hacía tiempo que estaba aburrida de Juan, mi pareja. Aunque el sexo era increíble con él, no podía parar de ver tíos por la calle y imaginándomelos en grupo... Me fui dando cuenta que con los años mis gustos habían cambiado. Me fijaba sobretodo en los más jóvenes, adolescentes de instituto que podrían ser mis hijos. ¡Qué fuerte decirlo, pero así eran mis fantasías sexuales! La idea de tener a unos cuantos a la vez me ponía enferma y esa idea tan descabellada empezó a surgir en mi trabajo. Cada día me imaginaba a mis compañeros enfundados en esos monos azules tan masculinos…. Haciéndome un increíble bukake.
Yo trabajaba en un ambiente totalmente varonil y en él, sólo había la clase de hombres ‘machitos alfa’ que les gusta ponerse en el papel de dominante. Entre ellos formaban un grupo indiscutiblemente potente, con las clásicas bromas ‘machistas’ que no hacen gracia a nadie más que a ellos. Las humillaciones que hacían eran constantes y aunque obviamente todo aquello estaba faltando a mi ética y moral como mujer, tengo que reconocer que en el fondo la situación me ponía cachonda porque yo era una sumisa en el sexo.
Llegué a creer que todas aquellas bromas tenían que ver con mi físico. La verdad es que, modestia aparte, siempre he sido una mujer atractiva, con piernas largas, culo respingón y pechos firmes. La cara es lo que siempre me han alabado más por mis facciones finísimas, ojos azules y boca grande, pómulos marcados y nariz pequeña. Los hombres siempre me han mirado mucho, pero en el trabajo la cosa debía ser diferente por protocolo, y creo que eso les jodía vivos. No podía dar bola a ninguno para no tener problemas y sin embargo, debía seguir la corriente a los pesados de los clientes, cosa que les repateaba a todos.

La verdad es que las bromas de ‘machito’ cada vez eran más pesadas. No le conté nada a Juan para no preocuparle, pero la situación empezaba a ser insostenible. Por un lado pensaba que debía irme del trabajo, pero por el otro tenía ganas de dar rienda suelta a mis deseos. Así que un día, en mi turno de noche habitual, decidí pasar a la acción. Me vestí con mi uniforme habitual pero me desabroché un par de botones de la camisa blanca. Mis tersos pechos se asomaban formando un precioso canalillo y la falda de tubo que era hasta la rodilla, la subí un palmo hasta media pierna.Dejé las bailarinas de siempre a un lado y me puse un tacón alto que estilizaba todavía más mis piernas. Desaté mi larga y rubia melena del moño opresor y pinté mis labios de color carmín. En el turno de noche calculé que serían unos 10 tíos trabajando en el almacén. Los del almacén eran siempre los más fuertes, jóvenes y guapos. La verdad es que todos los jóvenes me parecían tremendamente guapos y yo por la edad que tenía, estaba buenísima, así que la idea del bukake tampoco era imposible, pensaba yo.
Me dirigí sigilosamente hacia el almacén, intentando que mis tacones no hicieran demasiado ruido. Pero ¡mierda, era demasiado pronto para entrar en acción! En la entrada sólo había dos chicos jóvenes descargando un camión y rápidamente tuve que pensar en cambiar la estrategia para conseguir mi objetivo.
Así que me dirigí a ellos y les dije que no encontraba las llaves del vestuario de los hombres, que si me podían ayudar porque debía recoger unas cosas del jefe primera hora de la noche. Los chicos, que cuando pocos más amables, me dijeron que en el vestuario estaban cambiándose algunos y que no podía entrar en ese momento, y mirándome la entrepierna y el escote, no dudaron en cambiar de opinión y acompañarme por ‘si me perdía’. “Tranquila guapa, nosotros te acompañamos donde haga falta”. Ese ‘dónde haga falta’ estaba empezando a mojarme la entrepierna. Llegamos al vestuario y justo en la puerta les dije ‘¿Me acompañáis dentro? Me da un poco de vergüenza entrar con tanto hombre dentro…’ A lo que me respondieron dándome un amable ‘empujoncito’.
Al abrir la puerta….Madre mía, ahí estaban ocho tremendos hombres, la mayoría con sus torsos desnudos mirándome con cara de extrañados. Algunos llevaban ese mono azul de una sola pieza con el que tantas veces había soñado a medio abrochar, otros lo llevaban entero y otros lo llevaban por la cintura.
Al poco tiempo, las miradas de esos hombres se fueron clavando en mis pechos, en mis piernas, en mi cara y fueron convirtiéndose en miradas lascivas. Estaba sola con esos cabrones desnudándome con sus ojos y esa situación estaba mojándome cada vez más, hasta el punto que noté como me bajaba la lívido hasta el tanga y no pude aguantar más la tentación de ser una sumisa. Me arrodillé ante las bestias y se fueron acercando a mi alrededor, algunos murmurando obscenidades mientras se desabrochaban poco a poco la bragueta. Esas manos grandes, esos torsos masculinos y esas caras obscenas me estaban poniendo cardíaca. ‘Así que esto es lo que quieres, eh guarra’, ‘deja que te de un poco de esto, ya verás como te gusta’, ‘vaya, vaya…la zorrita de la empresa quiere caña’…Y poco a poco, como si de una banda se tratara, fueron sacando uno a uno sus miembros tremendamente erectos de la bragueta de el mono azul. El bukake estaba a punto de producirse, mi sueño hecho realidad se iba a producir en unos vestuarios. ¡Increíble!
Dios mío, no podía creérmelo, estaba rodeada de diez hombres cogiendo sus enormes miembros, tocándolos y acercándolos cada vez más a mi cara. Uno empezó a levantarme la falda por detrás y a acariciarme el culo. Tres más empezaron a desabrocharme la camisa y a meter sus manazas en mi escote, apretándome los pechos. Mis pezones estaban erguidos y ávidos de ser liberados por ese sujetador opresor, salían hacia fuera en busca de manos calientes. El tanga estaba completamente mojado y mientras uno quiso beber de mi, otro me introducía su miembro en la boca violentamente mientras otros dos rozaban con sus miembros mi cabeza. Mis cabellos se liaban cada vez más con sus miembros y el resto miraba la escena masturbándose efusivamente. Cada vez estaba más mareada por el calor y como si estuviera totalmente borracha, noté como de repente tenía un miembro en las amígdalas, luego otro, luego otro y cada tres minutos tenía uno diferente ahogándome. Me entraban arcadas cada dos minutos y totalmente extasiada empecé a notar como mi cara perfectamente maquillada empezaba a ser la diana del éxtasis de todos aquellos cabrones…Empezó a correrse mi rímel, mi pintalabios color carmín…Estaba presenciando ese increíble bukake a través de los espejos medio empañados por el calor. Hasta el sudor de aquellos tíos había calado en los poros de mi piel como si fuera un mono de esos azules….
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VISITA DE DOCTOR !!
Posted:Jul 21, 2019 9:41 pm
Last Updated:Apr 19, 2024 7:16 am
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La relación con mi ginecólogo siempre había sido un poco especial, pues desde el principio me había dado cuenta que le gustaba y atraía como mujer, si bien nunca me había insinuado nada al respecto, pero eso es algo que las mujeres notamos enseguida en los hombres.
Hacía dos meses que me habían operado de la matriz y me tocaba revisión con el ginecólogo para ver cómo seguía de la misma.
A mi él, mi ginecólogo, me parecía un hombre interesante y tenía para mi, como sucede con todas las mujeres, pienso, el atractivo de su timidez y ello con independencia de la relación de toda mujer con su doctor de por
si especial al ser un hombre que conoce todas nuestras intimidades, ante el cual nos desnudamos periódicamente sometiéndonos a una exploración que es la más íntima de todas. Alguna vez había tenido la fantasía de hacer el amor con él en alguna de las visitas periódicas que le hacía.
En aquella ocasión al llamarle para la cita, diciéndole que me venía bien que fuera cuanto antes y a ser posible ese mismo día, me dio cita para última hora de la mañana.
Al llegar a la consulta sólo estaba otra mujer delante mío, por lo que supuse que yo era la última de aquella mañana. Mientras esperaba a que llegara mi turno se me ocurrió una idea para hacer que él venciera su timidez.
Al cabo de un rato de estar sola esperando, pues la mujer que estaba antes que yo ya hacía rato que había entrado, llegó la enfermera y me indicó que podía pasar. Entré en el despacho y como siempre él se levantó de su mesa y se acercó a saludarme, dándome un beso en la mejilla, a continuación se volvió a sentar en el sillón detrás de la mesa y yo en el de delante y comenzamos con lo típico, preguntándome cómo estaba, si sentía alguna molestia, etc., una vez hubimos terminado con los preliminares, le dije:
«Jose, además de la visita por la operación, quería consultarte otra cosa»
«Tú dirás»
«Pues verás, yo soy una mujer sexualmente muy activa, me encanta el sexo y los juegos sexuales, mi marido y yo formamos una pareja muy liberal en ese aspecto y practicamos toda serie de juegos sexuales, incluídos los intercambios de pareja, además, ambos nos hemos dado libertad para practicar sexo con otros y ambos lo hacemos regularmente. Mi pregunta es si el ser promiscua sexualmente hablando me puede perjudicar en algún sentido, teniendo en cuenta la operación que me has hecho»
Se levantó del sillón de detrás de la mesa y mientras se acercaba a mi y se sentaba en el otro sillón que estaba al lado del mío, me contestó:
«No especialmente, quiero decir, que por la operación en sí no tienes más riesgo que el que tienes sin la operación, es decir, el practicar sexo con desconocidos tiene de por sí un riesgo, que no es distinto con la operación que sin ella.
En fin lo que me dices tiene de por si un riesgo, que supongo que conoces, en lo referente a enfermedades de transmisión sexual. Al decir que eres muy promiscua, ¿qué quieres decir exactamente?»
Mientras me iba contestando, observé que mi idea había dado resultado, primero por su mirada, pues me observaba con un interés mucho más sexualmente abierto que el que había empleado nunca y además, por el bulto que se iba formando en su entrepierna.
«Hombre, José, ¿qué quieres que te diga?. Cuando digo que soy promiscua, quiero decir exactamente eso, que soy promiscua, que practico sexo con otras personas que no mi marido, además de realizar intercambios con mi marido y otras personas, hablando claramente que follo con quien me apetece en cada momento, ¿te queda claro?»
«Si, si, muy claro. Yo conozco a a migos míos que se dedican a los intercambios de pareja, si quieres te los presento»
«No, José, no hace falta, mi marido y yo tenemos un grupo de matrimonios que somos amigos y entre nosotros practicamos el intercambio, lo que es más dificil y lo que nos apetece más ahora es probar a hacer tríos, lo que pasa es que encontrar un hombre, para ello, es más complicado que encontrar matrimonios, pues el tener una amistad es más dificil y plantearle un trío a un amigo que no sabes cómo va a reaccionar, es más problemático».
Yo esperaba que al decirle lo anterior se diera por enterado y tuviera alguna reacción, lo que sucedió.
«Bueno, mira pasa a la sala y vete desnudando para que te reconozca, mientras me lavo las manos»
Pasé a la sala como me había indicado, me quité la falda y las braguitas que llevaba, dejándome únicamente la camiseta, y me tumbé en la camilla.
Cuando entró, se dirgió a la camilla, sin sentarse, como otras veces y de pie delante mío, me agarró las manos y me incorporó hasta dejarme sentada en la camilla, diciéndome:
«Desnúdate del todo».
Sin decir nada, me quité la camiseta, a lo que él me ayudo, cuando estuve completamente desnuda, me abrazó y al oído me dijo: «¿Quieres que sea yo con el que hagamos un trío con tu marido?»
«Pues si Jose, sí me apetecería contigo, pues te conozco hace muchos años y, la verdad es que cómo me has visto tú no me ha visto nadie más»
Por fin mi estratagema había dado resultado. Me terminó de incorporar y ya de pie los dos me apretó contra si, besándome en la boca, recorriendo con su lengua todo mi paladar y mi lengua, yo sentía la dureza de su polla a través del pantalón y sus manos recorrerme los pechos y las nalgas mientras la dureza de su polla se apretaba más y más contra mi.
Mi vagina empezó a segregar abundantes jugos y empecé a sentir unas deseos locos de que me penetrase allí mismo sin esperar más, el riesgo de que entrara la enfermera y nos viera en plena follada me producía un morbo tremendo.
Mientras seguía tocándome las nalgas y el pecho, le empecé a desabrochar la bragueta y cuando le hube sacado su polla de la prisión que la retenía, le dije que se desnudara mientras me agachaba y me metí su tiesa polla en la boca, subiendo y bajando con mi boca por todo su recorrido y apretando entre el paladar y la lengua su capullo que a esas alturas estaba rojo de sangre y duro como el diamante. Mientras yo se la mamaba, él se empezó a desnudar, quitándose la chaqueta blanca, de médico que llevaba y cuando se hubo desabrochado el pantalón, dejé su polla libre de mi boca y saliendo al despacho me tumbé en el sofá mientras le decía:
«Date prisa y fóllame, que te estoy deseando»
Tumbada le contemplé cuando venía hacia mi, desnudo, con su polla tiesa y dura delante de él, mojándome todavía más al ver esa polla y saber que en pocos segundo iba a estar dentro de mi, penetrándome, dándome placer, follándome y follándomela.
Se tumbó sobre mí, y su polla me penetró sin ningún problema ni espera, pues mi vagina estaba empapada de jugos y abierta, esperándole y su polla estaba también bien húmeda y lubricada de mi saliva. Sentía su polla dentro de mí, atravesándome, follándome, entrando hasta el fondo de mi coño y saliendo casi hasta la entrada para volver a hundirse en mis entrañas, en un vaivén maravilloso que me proporcionaba un placer indescriptible.
Cuando empecé a gemir de gusto, su boca, que hasta entonces se había dedicado a chupar uno de mis pezones, tapó mi boca, mientras su lengua penetraba mi boca igual que su polla penetraba mi coño y su mano derecha me agarraba un pezón acariciándomelo entre sus dedos.
Me corrí casi de sorpresa, el orgasmo me llegó sin avisar, intenso, fuerte, haciéndo que cerrara los músculos de mi vagina para retener la polla que me daba tanto placer, lo que provocó su orgasmo que hizo que el mío se prolongara más al sentir su leche derramarse dentro de mi, llenándome con su calor espeso.
Me encanta sentir el orgasmo de los hombres dentro de mí, sentir su leche caliente y espesa golpear el fondo de mi coño cuando sale a borbotones. Cuando sentí que su polla escapaba poco a poco de mi interior al volver a su tamaño normal en estado de flaccidez, me incorporé y colocándome entre sus piernas, me introduje su polla en mi boca, mamándosela y apretando suavemente sus cojones hasta que su ariete volvió a tener la dureza y grosor que me gustaban para volver a penetrarme,colocándome a horcajadas sobre él y bajando fui introduciéndome su pene hasta sentarme encima de él, siendo yo, entonces, la que subía y bajaba sobre él, sintiendo su polla entrar y salir de mi vagina mientras le decía que me encantaba sentir su polla dentro de mí, follándome, que me acariciara y apretara los pechos, lo que le excitaba aún más, hasta que volvimos a llegar al orgasmo simultáneamente.
Descansamos un poco uno en brazos del otro y al levantarnos le dije que ya le avisaría para hacer el trío con mi marido, y que con independencia de ello, siempre que viniera a su consulta podríamos repetir la experiencia de hoy.
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OTRA MANERA DE EXITARNOS...
Posted:Jul 21, 2019 9:36 pm
Last Updated:Apr 19, 2024 7:16 am
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Muchas veces estamos buscando la forma de aumentar nuestra libido, y aunque te suene raro, gracias a las letras lo puedes conseguir sin remedios caseros ni pastillas “milagrosas”.
El sexo es delicioso, placentero, relajante e increíble. Pero hay que ser honestas: no siempre nos apetece. Los cambios hormonales, las relaciones monótonas, el exceso de estrés, las preocupaciones y otros factores pueden influir en nuestros niveles de deseo sexual y llevarlos al piso.
Y claro que esto puede llegar a afectar de forma importante tu relación. Si este escenario es familiar para ti, Nosotras te recomendamos un aliado infalible: los relatos eróticos.
Desde la literatura de este tipo, que por cierto se vende como pan caliente, hasta los relatos que escriben aficionados en la web, el sexo escrito resulta muy pero muy excitante, siendo una gran forma de animar nuestro deseo al ayudarnos a visualizar o entrar el contacto con muchas de nuestras fantasías sexuales.
Los buenos relatos eróticos tienen la capacidad de ser muy descriptivos, lo que hace que inevitablemente nuestra imaginación se active y evoque cosas pasadas o deseos que no se han cumplido. Con el cerebro en actividad comenzamos a lubricar y a sentir el deseo.
Pero además un excelente medio para encontrar ideas creativas que podemos poner en práctica con el fin de salir de la rutina sexual. Se trata de ver este tipo de relatos no como un medio para quejarnos de nuestra vida sexual, sino como una inspiración para animarla y darle un poco de picante.
Y si ambos están dispuestos a trabajar en ello ¿qué tal leer juntos estos relatos eróticos? Esta puede ser una experiencia muy interesante para descubrir juntos el placer del erotismo escrito, ¿te animas?
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50 SOMBRAS DE GRAY
Posted:Jul 21, 2019 9:28 pm
Last Updated:Apr 19, 2024 7:16 am
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50 Sombras de Grey nos enseñó muchas cosas sobre sexo que no sabíamos: cómo va esto del sado (BDSM), que un azote puede ser superexcitante, cómo dominar o dejarse dominar…
Pero, más allá de la masterclass de sexo de la saga, la moraleja que deberíamos sacar es que el cerebro es el órgano más importante en el sexo. Si este no está excitado, no vamos a hacer nada. Y, para hacerlo, hay una manera clave que mojará lo que andaba seco: leer relatos eróticos.

Sí, sí, como lees. Con ellos, no solo tu imaginación volará, también lo hará tu cuerpo. Hacerlo te aporta múltiples beneficios.

Rompe con la rutina

El misionero, sexo oral como siempre… Lo único que cambia en tu rutina sexual es el momento del día en el que tienes sexo. ¡Basta!

Cuanto más rutinario sea el tema, menos ganas vas a tener. Sorprenderte y sorprender a tu pareja en la cama (y también fuera de ella) te dará alegría. Decirlo es muy fácil, pero pasar a la acción es más difícil. Principalmente por la falta de ideas. Y es aquí donde entra la novela erótica.
Una ducha especial, un orgasmo al aire libre, un masaje que termina, como termina… Aprovecha la materia gris de los/las escritores/as y hazla tuya.

Aprendizaje e inspiración

Que si este le hace esto a esta; que si al hacerle el masaje pasa por esa zona que tenías olvidada; juegan a atarse y lo hacen asá… En general, aprendemos de sexo lo que vemos en el porno o leemos en artículos.

Hacerlo con los relatos eróticos es mucho más divertido y educativo.

Intimidad (de mí para mí)

Leer es un momento único, en el que estás tú frente a una historia. Ese momento de silencio y calma tan relajante e íntimo. Si a este contexto, le sumas una historia erótica la intimidad se multiplica y es aquí donde te conoces más a ti misma.

A medida que lees, puedes saber qué es lo que te excita más, lo que menos y, por supuesto, dejar volar tu imaginación sin vergüenzas.

Potencia la sexualidad (+ actividad)

Verás, cómo leer historias de sexo, te animará a tener más sexo. Y junto a ello, tu sexualidad se potenciará.

Y es que, prestarle atención a este tema hace que estés más atenta a los detalles, quieras probar cosas nuevas como el sexo anal o dejarte dominar.

En definitiva, ser activo sexualmente te aportará consecuencias muy positivas, tanto en tu vida íntima como en tu día a día
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LA PRIMA DE UNA AMIGA ME CONTO....
Posted:Jul 20, 2019 11:26 pm
Last Updated:Apr 19, 2024 7:16 am
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Era una noche normal como todas mis noches solo en mi casa como aquella mujer soltera que era , yo estaba en chat con un amigo estranjero hablábamos de todo un poco hasta que el tema dio un giro y comenzamos hablar de sexo y a compartir experiencias vivides , locuras , fantacia , fetiches y de todo lo que nos podimos imaginar.

Me dijo te puedo llamar fue algo tentador y termine por decirle que si y comenzamos aquella conversación caliente , candente y excitante por aquel teléfono era muchas sensación empecé a calentarme demás y mi vagina a humedecerse comenzó a decirme si me quería tocar inmediatamente comencé hacerlo y el me daba las indicaciones de como hacerlo como tocar mi clítoris y introducir mis dedos en mi vagina imadiatamente mi mente se volvió muy sucia y me convertí en esa perra en celos desesperada comece a decirle cosas pervertida que se masturbara y imaginara que le estaba haciendo un sexo oral le dije escupetelo un poco para que sientas y imagines que es mi boca que lo tengo hasta la garganta ahogada de placer y locura imaginatete que me lo trago completo hasta llegar a tus testículo mientras le decía el me preguntaba si me estaba tocando yo muy zorra entre gemido respiración profunda y palabras sucia le respondía si papi me estoy tocando imagínate que esta sintiendo mi vagina grande, humedad y profunda que estas penetrando con tu gran pene grande y grueso y después me lo sacas y me hupas la vagina tragandote todo mis fluidos mamandome ese clítoris como si lo quisieras arrancar estaba tan excitada que comencé a chuparme mis dedos para saboria mi mismo flujo mientras nuestra imaginación volaba nuestra calentura era mas intensa queríamos poder salirnos de eso teléfonos era tanto la excitación de lujuria desquisiante que por un momento logramos transportarnos en pura imaginación mi mente volaba toda loca me sentía placenteramente zorra le dije imagínate que estamos en pleno acto y entra tu primo y lo invitamos a el a que se nos una y mientras tu me das por la vagina intentamos que el me lo meta por el culo nos imaginamos cada parte de esa película que nos habíamos creado en la mente yo esta excitada a mil eso siempre había sido mi fantasía sexual mientras nos decíamos palabras sucias y pervertidas le decía si papi deme duro soy tu maldita perra dame duros como puede en lo excitada que esta sin dejar de tocar mi vagina estire un brazo a la mesita de noche donde estaba un desodorande que tenia una muy buena forma ovalado sin pensarlo lo metí a mi boca y lo moje con mi saliva y mientras me tocaba me lo fue introduciendo lentamente en mi ano fue el dolor mas placentero que sentí el se volvió loco y me gritaba eres una maldita perra gemía y su reputación era muy fuerte yo tada loca de pacer me quería meter toda la mano el la vagina y el me decía si puedes quien es mi perra no se como lo logre pero lo hice estaba tan húmeda que se me hizo facil era la sensación mas loca de mi vida podía ver como el se quería arrancar su miembro de lo excitado que esta se daba para arriba y para abajo sin paras se veía como su fluido bajaba por su pene sin pensarlo toda loca Lamí la pantalla la calentura no me dejaba pensar le dije que se tocara con la chema de su dedo pulgar su ano que lo intentara como fuese y no le diera miedo el lo hizo sin pensarlo eso lo volvió loco podia verlo en el video era algo loco veía como su pene se templaba eso me descontrolo demasiado ya no sabia que inventar y que hacer pero estaba loca de excitación y el gemía muy fuerte yo lamia la pantalla agarre el teléfono y me fua a la cocida lo puse en el mesón y saque un pepino grande y grueso de la nevera no sabia como saciar mi deseo loco y desquiciado y me lo metí dejándolo ver como me lo metía casi completo el se descontroló y no dejaba de tocarce y se quería venir esta desbordada la excitación yo le decía si papi dame mi leche todita la quiero y su gemido y su respiración eran el sonido mas delicioso el acabo la pantalla de su teléfono se lleno de su leche y yo toda zorra lamiendo la pantalla del mio y allí todo termino tuve los órganos mas delicioso que pude tener en mi vida descubrí que tenia una imaginación sucia y pervertida nos quedamos viéndonos por un rato nuestros ojos orbitados de tanta excitación y decidimos terminar la vídeo llamada de esa noche eso se volvió un vicio para los dos nos hacemos esas vídeo llamadas frecuentemente inventando nos cada suciesa y prevención que se nos pase por la mente
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MI EXPERIENCIA TIME EROTICA...
Posted:Jul 20, 2019 1:26 pm
Last Updated:Jul 21, 2019 11:19 pm
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No acostumbro escribir ni comentar sobre mi vida privada, pero ésta es una ocasión en la que necesito hacerlo, para vivir de nuevo aquella aventura tan especial y única.
Soy una mujer profesional en el ramo de la publicidad y mercadeo, casada con un ejecutivo de una empresa multinacional. Nunca coinciden nuestros ´períodos de vacaciones, por lo que tomarlas, representa para ambos soledad y aburrimiento. Sin embargo en el pasado mes de Junio, cuando yo debía tomarlas, mi esposo ía una reunión internacional de la empresa para la que trabaja, en un País del Caribe famoso por sus playas, bailes y su gente amable. Decidí entonces que le acompañaría durante el tiempo que durara la reunión, y me quedaría después yo sola por cuatro días.
Al estar de acuerdo, hicimos los trámites necesarios y viajamos. El resort donde nos alojamos, que dicho sea de paso no lo elegí yo, sino era donde se llevaría a cabo la reunión de la empresa, era muy grande y con toda clase de servicios lo que lo hacía tener una alta calificación en cuanto a estrellas se refiere. Además, estábamos en un área muy exclusiva del mismo resort. Solo para adultos. El día de nuestro arrivo, mi esposo tenía la reunión inaugural por la noche, por lo que opté por cenar sola y conocer lo más posible aquel inmenso resort hasta que el cansancio hizo que me retirara a nuestra habitación, la cual tenía cama king size, jacussi, baño completo, un par de sillones individuales y en la parte posterior, un jardín con una palapa privada y una berlinesa muy amplia. ;Mi esposo llegó al rato y procedimos a descansar.
Temprano en la mañana, él se arregló y se marchó para estar presente a la hora en que iniciarían sus actividades. Yo por el contrario, lo hice un poco más tarde y fui a desayunar. Reservé una palapa cerca de la piscina y de la playa, recogí toallas y me entretuve un rato leyendo un libro. A eso de la once da la mañana, anunciaron clases de baile. Fui a donde se impartían y las recibí, aunque no era del todo desconocido para mí aquel ritmo. En mi País se baila y presumo de ser bastante buena bailando. El instructor, oriundo de ahí mismo, era alto, fornido, muy agradable y simpático… y muy buen mozo.En realidad era un dios de ébano. Al notar que mi baile era bastante aceptable, me invitó a pasar con él a la tarima a bailar. Lo hicimos y cosechamos algunos aplausos antes de volver con los demás practicantes y aprendices. Supe que su nombre era Pedro… y Pedro, aparentemente, no usaba ropa interior. Llevaba puesto un pantalón muy delgado sin ser transparente, por lo que era fácil adivinar .lo que había debajo y lo que no había. Al finalizar la clase, Pedro me abordó haciéndome las preguntas pertinentes para iniciar una amistad. Respondí a cada una de ellas hasta llegar a la palapa que había escogido. Se despidió y dijo que me pasaría viendo en un rato.
HIce algunos ejercicios aeróbicos en la piscina, almorcé y efectivamente a eso de las cuatro de la tarde, Pedro se acercó, se sentó y estuvimos platicando. Después de diez minutos, me solicitó le acompañara a caminar por la playa; accedí e iniciamos el paseo. La playa era muy linda de arena blanca muy fina. Durante la conversación mientras caminábamos,empezamos a hablar de cosas más personales. Le dije de mi estancia allí con mi esposo explicándole la falta de compañía de él hacia mi, pero comentándole que yo estaría sola por cuatro días después de que él regresara. El rumbo que él eligió para la caminata, era hacia la parte más desierta de la playa; casi al final de la propiedad del resort, había una tumbona ( camastrón para descansar y/o asolearse ). Tomándome de la mano, fue hacia él y se sentó contra el respaldo del mismo, a la vez que me invitaba a hacer lo pertinente en la parte donde quien descansa, pone las piernas. Platicábamos animosamente hasta que tomó mi mano y me acercó hacia él, dándome un beso en la parte posterior del cuello. Me sonrojé y sentí un escalofrío correr por todo mi cuerpo. Instintivamente me separé, pero insistió y me volvió a besar en los labios. Le correspondí y fue gasolina sobre fuego. Nos besamos apasionadamente una y otra vez en la boca, el cuello. Sus manos recorrían mi cuerpo completo y me desató el top del traje de baño. Aprisionó mis senos entre sus manos gigantescas sin detener sus besos. Gemíamos de placer y de deseo. Sus labios se posaron en mis senos y los chupaba obsesivamente, a la vez de decir entrecortadamente “sabía que eran así”. Yo, con un poco de timidez y pena, quería saber lo que Pedro tenía entre las piernas. Yo ya había sentido algo de lo que tenía. Con prudencia, lo toqué sobre el delgado pantalón…quedé impresionada¡¡¡ Intempestivamente, detuvo sus besos y caricias, diciéndome que tenía que reportarse al trabajo a las 6 de la tarde, por lo que debía irse. Me arreglé un poco, me coloqué de nuevo el top del traje de baño y regresamos, no sin antes darnos un beso muy profundo y apasionado de despedida. Su turno terminaba a eso de las diez de la noche en el teatro de los shows. Yo llegaría allí a esa hora. El inconveniente era que yo desconocía la hora que mi esposo se desocuparía. Se lo hice saber por si no me encontraba. Llegada la hora, yo estaba ahí esperándolo, pero solo para verlo. Era muy tarde y mi esposo en cualquier momento regresaría por lo que optamos por vernos al siguiente día en las clases de baila.
Ya en la habitación, me arreglé para mi esposo. Yo estaba muy encendida después de lo de Pedro. Lo esperé con la intención de tener relaciones. Llegó, se duchó y se metió en la cama. Me acerqué a él y me respondió que estaba muy cansado.
Al siguiente día, como el anterior, mi esposo se levantó temprano y salió. Yo, a las diez, ya estaba en la misma palapa del día anterior, ansiosa por ver a Pedro…bueno, no solo verlo…quería sentirlo de nuevo y quería que me besara y acariciara como la había hecho el día anterior. Llegadas las once, hora de las clases de baile, fui para allí. MI dios de ébano ya estaba presente. Cruzamos miradas muy calientes y dieron inicio las clases. Nuevamente me invitó a bailar con él en la tarima, con la diferencia que esa vez, fue, creo yo, una exhibición de baile muy sensual. Muchos movimientos de cintura y otros remedando movimientos sexuales, tan calientes, que su pierna constantemente entraba entre las mías, acariciando con ella mi pussy, También se nos premió con algunos aplausos, aunque también con algunas exclamaciones cada vez que hacíamos ciertos movimientos. De nuevo me acompañó a la palapa, conversamos un rato y se marchó con el compromiso de llegar a las cuatro
Justo a esa hora, se presentó y quiso tomarme de la mano para ir a caminar, cosa a la que no accedí, por temor a ser vista por alguien que no me convenía, En el mismo sitio de la tarde anterior, nos detuvimos y sin mucha espera, me tumbé boca arriba en la tumbona. Pedro se ´puso sobre mí y nos empezamos a besar de nuevo. Nuestras manos inquietas, no dejaban sitio sin tocar. LOs besos, cada vez más ardientes y pasionales, los gemidos, cada vez más fuertes. Sin embargo, no teníamos protectores sexuales y yo quería que aquella primera vez fuera muy especial en un sitio muy especial también. Lo platicamos y decidimos dejarlo para el siguiente día, que ya mi esposo no estaría en aquel lugar. Yo estaba tan mojada, que tuve que introdicirme al mar para que lo mojado de mi pussy, se confundiera con lo mojado del agua en el traje de baño. Regresamos a la palapa e inmediatamente Pedro se desidió para presentarse a trabajar, quedando de vernos después del show en la noche en el teatro. Me duché y descansé un rato. Al finalizar el show, platicamos con Pedro y le hice ver que mi esposo tendría que ir al aeropuerto a eso del medio día y que por esa razón, no iría a las clases de baile, pero que lo esperaría en mi habitación a las cuatro. Que por favor no fuera a faltar…casi se lo supliqué.
Aquella noche, nuevamente me arreglé para mi esposo. Persistía en mí el deseo de tener relaciones sexuales…no fue el caso…llegó cansado.
Al siguiente día, juntos con mi esposo desayunamos y volvimos a la habitación para empacar sus cosas. Poco antes del medio día, solicitamos traslado al front desk para chequear su salida, y arreglar que esa habitación, quedaba para mí. Me despedí de él, y fui a un comercial que tiene el resort en la parte del frente, donde compraría protectores sexuales para estar con Pedro. Una vez comprados, volví al resort; mi esposo ya no estaba ni los que con él habían viajado. Almorcé y fui a la habitación a descansar un rato y arreglar todo para estar lista a las cuatro. Me duché y me lavé el cabello…lo sequé y lo cepillé. Me puse un albornoz que el resort da en las habitaciones. No tenía nada debajo de él. Pensaba cómo recibirlo y cómo sentirnos cómodos ambos. A las cuatro y pocos minutos, tocó a la puerta; yo estaba ansiosa y muy nerviosa…había colocado en una de las gavetas de una de las mesas de noche, los protectores que había comprado… abrí la puerta sin mostrarme mucho. Ahí estaba mi Pedro…guapo, fuerte, alto, de color, simpático y bromista. Lo invité a entrar y una vez cerrada la puerta, nos besamos apasionadamente. Me solicitó darse una ducha y al terminar, se envolvió en una toalla y salió. Se detuvo frente al baño de donde estaba saliendo, me vio sentada en uno de los sillones…yo tenía el albornoz puesto dejando gran parte de mis senos al descubierto, así como las piernas… empezó a caminar lentamente hacia mí sin dejar de vernos.La prominencia que se le notaba entre las piernas, era muy respetable…imposible de ocultar… se aproximaba más y más, hasta llegar a estar casi en mi rostro aquella toalla que escasamente cubría su adorno. Se quedó frente a mi quieto, le vi el rostro y con mis manos deshice aquel traslape de la toalla, saliendo casi en mi rostro aquello que al tocarlo, representaba el tamaño que tenía. Al verlo, no solo vi su real tamaño, sino su perfecta depilada y por su belleza, no podía ser menos que delicioso .Empecé a preguntarme si sería yo capaz de darle cobijo a semejante adorno. Lo tomé entre mis manos y empecé a juguetear. Le descubría la cabeza y se la volvía a cubrir. Empezó a ponerse más y más grande y dura. Pedro me tomó las manos e hizo que me levantara; con habilidad, me quitó el albornoz y quedamos los dos de frente sin ropa. Los besos y caricias se hacían más intensos. Me tomó por las rodillas y la cintura, y me llevó a la cama con delicadeza, quedé a media cama y no podíamos dejar de vernos, se introdujo entre mis piernas y seguimos besándonos y acariciándonos. Las manos de ambos, no dejaban sitios sin acariciar, deteniéndose donde considerábamos más importante y rico; fue hacia mis pechos para besarlos, chuparlos y acariciarlos; hacia mi vientre y para terminar en mi pussy…aquello era de otra dimensión. Estaba haciéndome sentir algo para mi desconocido hasta entonces, MI pussy, totalmente humedecida, sintió el paso de sus labios, boca y lengua, recogiendo todas aquella humedad. Mi cabeza iba de un lado a otro sintiendo toda clase de deliciosas sensaciones. Subió de nuevo hacia mi rostro y nos seguimos besando…aproveché entonces para ir por su adorno, lo tomé entre mis manos y traté de tragármelo completo…imposible¡¡¡ Era tan grande y grueso, que no pude más que chupar una parte de él, pero me arreglé para, con la lengua, saborearlo completo y percibía que Pedro estaba gozando mucho. Con facilidad, me dio vuelta y me dejó boca abajo en la cama, empezando a besarme toda la espalda llegando a los glúteos, los separó fuertemente con sus manos, y me besó en el ano. Fue esa la primera vez que me lo hacían. Sentí extraño pero rico. Lo repitió varias veces a la vez que introducía en mi pussy un dedo ( o dos ? ), Yo estaba ya alcanzando orgasmo antes de la penetración. Algo desconocido para mi. Por fin, se puso sobre mi, buscó el sitio adecuado y la fue introduciendo cuidadosamente. LO detuve antes de la introducción, para que se pusiera protector. Así lo hizo, entonces , abrí las piernas lo más que pude porque quería darle cabida a todo aquel mamotreto. Llegó un momento en que empezó a lastimarme. Se detuvo y buscamos la forma que mi interior se fuera adecuando al tamaño y grosor. Permanecimos así por unos instantes y siguió. Sus movimientos, lentos al inicio, fueron acelerándose más y más. Le dije que quería cabalgarlo, y se dio vuelta sin sacar su adorno de mi pussy. Su verga ( si me disculpan la palabra ), la sentía casi en la garganta, yo me movía hacia los lados, hacia arriba y hacia abajo mientras Pedro me tenía tomados mis pechos, los que a menudo se los acercaba a su boca para que me mordisqueara los pezones. Nos dimos vuelta de nuevo, me tomó la pierna izquierda y flexionada, la puso en su pecho y empezó a acometer con fuerza. No sé el número de veces que alcancé orgasmo. Ahí en esa posición, terminó y ambos sudábamos y gemíamos de placer y gusto.
Pedro tenía que marcharse antes de las seis para reportarse al trabajo. Estuvimos en la cama por un espacio de tiempo, y cuando yo estimaba que pronto tendría que irse, lo empecé acariciar y besar por todas partes; reaccionó casi inmediatamente y lo hicimos de nuevo con mucho deseo y entrega. Quedé muy tranquila después de todo el deseo que aquel hombre había despertado en mi los días anteriores. Se despidió y quedamos de vernos más tarde en el show.
Efectivamente nos reunimos y fuimos a la discoteca del resort. Conseguí bebidas para los dos usando mi privilegio de all inclusive, y nos sentamos a conversar en una mesa algo retirada de la barra. Me invitó a bailar y eso fue el inicio de nuevo. Poco estuvimos en la discoteca, y nos fuimos a la habitación. De nuevo sexo…sexo fuerte y satisfactorio. LO convencí que se quedara a dormir aquellas noches que quedaban para que yo estuviese ahí. Accedió y dormimos… Unas horas más tarde, lo empecé a acariciar de nuevo despertándolo de su profundo sueño. Reacciónó y de nuevo sexo. Pedro era en realidad, una fábrica de semen y hacía honor a la fama de que gozan los habitantes de aquel lugar. Cumplía como nadie.
Así pasamos aquellos inolvidables días, pero quiero contar algo que sucedió en su día de descanso. Lo haré en otra entrega si en verdad les interesa.
He de decirles, que estoy en contacto constante con Pedro, esperando JUnio del 2019 para visitar de nuevo aquel PARAISO CARIBEÑO. Gracias por su lectura
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