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No tenía sueño....  

Valdemaras 48M
2 posts
12/9/2019 8:58 am
No tenía sueño....


...y ya eran las dos de la mañana. Quería dormirme, caer rendido por el sopor de la vigilia. Así que decidí hacerme una paja para relajarme del todo. Pero era una noche fría y ni todo el porno del mundo lograba que mi polla pasara de morcillona.
No había erección posible, así que entré al chat, aunque con pocas esperanzas, porque las conexiones inalámbricas las carga el diablo. El diablo cojo y lento de<b> cojones.
</font></b>Miré varios recuadros de diminutas fotos y encontré lo que buscaba: carne, mucha carne. Aquellos pechos se me asimilaban a misiles que apuntaban a mi boca. Una hembra voluptuosa de otro país, de otro continente. Lancé el anzuelo. A lo bestia y sin contemplaciones. Se me hacía la boca agua al contemplar esos increíbles pechos.
Para mi sorpresa, obtuve pronta respuesta. Jají, jajá, qué cachondos estamos; qué cosas nos decimos; qué agradables los piropos; qué calientes las indirectas. Funcionó. A cada palabra se me ponía más y más dura. Le detallaba lo que le haría; y ella contestaba con mmmms y jajás y jodeeer y más y más.
Me tuve que quitar los pantalones. Y los calzoncillos. Tenía la polla punto de estallar. Menudas sois las –aquí una nacionalidad determinada del otro lado del charco-. Responde que sí, que allí todas como brasas, pero que ella ahora está aquí, que se ha mudado. ¿Aquí? Ufff. ¿Dónde, cerca? Cerca por lo que se ve. ¿Voy yo o vienes tú? Viene ella que comparte piso.
Trago saliva; y cuento los minutos. Cinco, diez. Llaman al telefonillo. Recibo a portagayola, meneándomela sin piedad por el nerviosismo. Se abre la puerta y entra ella. Me mira y sonríe. Ay, picarona. Se quita la gabardina y debajo no lleva nada, sólo el vello púbico más oscuro y rizado que haya visto en mi vida. Se me acerca y pega su coño a mi boca para que se lo coma. Se lo como. Lo chupo, lo mamo, lo succiono. Ella me acaricia la cabeza. Buen chico. Mi lengua entra y sale sin parar de su raja empapada, sube hasta el clítoris y jugueteo con él. Ella abre las pernas. Le chorrea el coño. Cae el flujo y mi saliva por sus muslos. Me pide que me levante y me come la boca, que todavía sabe a ella. Yo meto la mano entre sus muslos y le acaricio el clítoris con las yemas de los dedos. Gime. Se le corta la respiración. La giro. Y agarro sus enormes pechos con ambas manos. Pesan tanto que le cuelgan casi hasta el ombligo. Madre mía. Los pezones se endurecen entre mis dedos. Las aureolas, morenas, gigantescas. Y estrías. Oh, estrías. Todavía han sido más grandes en algún momento.
Ella siente mi erección pegada a su culo. Empieza a mover las caderas en círculos, aplastando mi polla con sus nalgas. No puedo más. Pasamos al salón y tiro todo lo que hay encima de la mesa al suelo, como en una mala película. Ella apoya las manos en la mesa y levanta el culo. Abro sus nalgas y veo su raja babeando: hinchadita, muy roja, caliente. Agarro el rabo, apunto y hasta el fondo. Lentamente. Para que sienta cada centímetro. Oh. Qué placer. Veo sus tetas estiradas por la mesa. Apoyo las manos en sus caderas y empiezo a follármela. Sin parar. Sin piedad.
Ella está tan cachonda que empieza a decir barbaridades. Me pide más. Me pide que sea un buen macho, que la dé bien fuerte, que la parta en dos. Madre mía. Cojo velocidad. Pim, pam, pim, pam. Entre gemidos la penetro. Y sigue pidiendo más. Cómo aguanta la tía. Paro. Resoplo. Tomo aire y me siento en el sofá. Ella viene y se coloca a horcajadas encima de mi regazo. Agarra mi polla con la mano y se la clava lentamente. Tengo sus enormes pechos en mi boca. Sus nalgas en mis muslos. Un espejismo. Empieza a cabalgar como si no hubiera un mañana. Con fuerza. Con experiencia. Una y otra vez echa el cuerpo hacia delante y hacia atrás, clavándose mi polla, desperdigando sus enormes pechos contra mi cara. No me da tiempo a chupar sus pezones. Se me escapan de entre la boca, así que tengo que morderlos si no quiero quedarme sin ellos. Parece que eso le excita aún más. Toda su carne se mueve al compás de la cabalgada. Y gime y cierra y abre los ojos concentrándose en el placer. Me está dejando la polla en carne viva, pero la protesta muere en mis labios cuando escucho su orden: córrete. Córrete ya, papi, que me vengo. Vamos, córrete. Me lo susurra al oído tras morderme el lóbulo.
¿Qué iba a hacer? Eyacular dentro de aquella vagina caníbal. Fue sentir el primer chorro de semen caliente y empezar a temblar. Y cómo le temblaban todas las carnes. Sus tetas. Sus enormes nalgas morenas. El placer le subía desde el coño hasta el cerebro. Tenía los ojos en blanco, la boca a medio abrir y un hilillo de saliva le corría por la barbilla, cuello abajo. Y profería un gemido agudo cada vez que me robaba un poco más de leche.
Por fin paró. Respiramos aceleradamente ambos. Nuestros cuerpos pegajosos por el sudor; y la lefa, caliente, escapándose de su coño y empapando mi polla, otra vez morcillona.
Un minuto después se incorporó, recogió la gabardina y se marchó tras guiñarme un ojo. Yo me quedé dormido en el sofá. Lo había conseguido al fin.

Quien no llora no mama, así que si quieres que te la mamen, haz que se oigan tus quebrantos...


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